Que te parezcas a la Virgen
Si le preguntásemos a una persona santa: ¿cómo es la Virgen?, puede que su respuesta fuese:
“¿Verdad que es muy guapa? Es muy hermosa, muy hermosa; muy amable, muy amable. En este momento nos mirará desde el Cielo con cariño. Le habrá gustado tu pregunta. Ella es maravillosa. Que te parezcas a la Virgen: con todo el amor de Jesucristo en tu corazón.”
¿Quieres ser feliz? Que te parezcas a la Virgen. ¿Quieres ser más feliz? Que te parezcas más a la Virgen. ¿Quieres ser muy, muy feliz? Que te parezcas mucho, mucho a la Virgen.
El semblante de la Virgen es de extrema sencillez y muestra una expresión de dulzura, de humildad, y de castidad, de limpieza; y una mirada de compasión, de cariño, y como de sufrimiento a la vez.
La Santísima Virgen nos mira con tanto cariño. El Papa Benedicto XVI decía en el Santuario de Lourdes: “Buscar la sonrisa de María no es sentimentalismo. Es lo normal en una relación profundamente humana con Ella”.
Tenemos que vivir como lo que somos, como personas que tienen corazón, y por eso nos hace falta dar cariño a María.
El Papa Francisco contó algo que le sucedió cuando todavía vivía en Argentina. “Recuerdo una vez que yo estaba en el confesionario en el Santuario de la Virgen de Luján. Y estaba en la fila un muchacho que vino para decirme lo que le sucedía. Era un problema grande, difícil.
¿Y tú qué harías?, le pregunté. Y me dijo esto: Yo le he contado todo esto a mi madre y mi madre me ha dicho: Anda a ver a la Virgen y Ella te dirá lo que debes hacer.
¡Esta es una mujer que tenía el don del consejo! No sabía cómo salir del problema del hijo, pero le ha indicado el camino justo: Anda a ver a la Virgen y Ella te dirá. Y esta mujer humilde ha dado al hijo el consejo más verdadero.
Porque este joven me dijo: Yo he mirado a la Virgen y he sentido lo que tengo que hacer.Yo no tuve que hablar, concluyó el Papa. Lo hicieron todo la madre, la Virgen y el muchacho”.
Nuestra Madre Santa María nos ayuda para que sepamos amar, amar y amar, a Dios y a todo el mundo. Tengamos siempre mucha devoción y confianza con Ella. Y cuando nos encontremos en un momento de apuro vamos a rezarle, a invocar su ayuda.
Cuentan que entra en su casa un pequeño de cuatro o cinco años y dice a su madre: Mamá, en la calle hay un niño que no tiene mamá. ¿Y tú, por qué sabes que no tiene mamá?, pregunta la madre. Es que tiene el pantalón roto. Pero, a lo mejor tiene mamá y son pobres. Y por eso tiene el pantalón roto. No, replica el niño. Si tuviera mamá no tendría el pantalón roto, que las mamás lo arreglan todo.
La Santísima Virgen arregla todo lo que está roto en nuestra vida. Ella no nos echa en cara nada. Nos comprende, nos anima. Ella nos fortalece en la fe y en la esperanza, porque ve que la necesitamos.
Se dice que la oración dirigida a la Virgen más antigua de la que se tiene constancia la rezaban los cristianos de los de los primerísimos siglos: “Bajo tu protección nos acogemos Santa Madre de Dios, no desoigas nuestras súplicas en los momentos de necesidad; antes bien líbranos de todos los peligros Virgen Gloriosa y Bendita”.
Uno de los santos que con más cariño ha hablado de la Virgen Santísima es San Bernardo. Él nos da un consejo: “En los peligros, en las angustias, en las dudas, piensa en María, invoca a María. No se aparte María de tu boca, no se aparte de tu corazón; y para conseguir los sufragios de su intercesión, no te desvíes de los ejemplos de su virtud. No te descaminarás si la sigues, no desesperarás si en Ella piensas. Si Ella te tiende su mano, no caerás; si te protege, nada tendrás que temer; no te fatigarás, si es tu guía; llegarás felizmente al puerto, si Ella te ampara”.