Este sábado 27 de septiembre, a las 12 de la mañana seremos testigos de un nuevo beato español en los “altares”: Álvaro del Portillo. Don Álvaro (como se le conoce familiarmente) será beatificado en Valdebebas (Madrid) por el Cardenal Ángelo Amato (Prefecto de la Congregación para las Causas de los Santos) ante la atenta mirada de miles de personas llegadas de distintos puntos del mundo.
La vida de Don Álvaro no ha sido precisamente un camino de rosas, como no lo ha sido la vida de ningún santo; pero le ha servido para tener un camino hacia la santidad. Este madrileño nacido en 1914, ingeniero de Caminos y Doctor en Filosofía y Letras, vio cómo en 1935 el Señor le llamaba a pertenecer al Opus Dei, por aquellos entonces una institución capitaneada por un joven y audaz sacerdote, Josemaría Escrivá.
Rápidamente y a pesar de los avatares y dificultades de la Guerra Civil española logrará dar a conocer el Opus Dei por muchas ciudades del territorio español: Valencia, Zaragoza, Bilbao,.. sin descuidar sus estudios de Ingeniería de Caminos.
A los 29 años (siendo todavía laico) viaja a Roma para hacer gestiones relativas a la aprobación canónica del Opus Dei. Durante su estancia es recibido por Pío XII y por Monseñor Montini (quien sería el Papa Pablo VI).
En junio de 1944, a los 30 años, se ordena sacerdote y tres años después vuelve a Roma para instalarse y comenzar a trabajar en la Santa Sede. En 1959, con Juan XXIII al frente de la Iglesia y con tan sólo 45 años ocupa diferentes puestos relevantes preparando el Concilio Vaticano II. Don Álvaro fue un sólido pilar del trabajo del Concilio sin descuidar el apoyo a San Josemaría y al Opus Dei.
A los 61 años y tras morir San Josemaría es su primer sucesor en el Opus Dei. Al frente de éste impulsa 4 seminarios internacionales, multitud de iniciativas sociales y educativas por todo el mundo (considerando especialmente Harambee): lleva el Opus Dei a veinte países.
En marzo de 1994, con 80 años de edad peregrina a Tierra Santa y fallece en Roma la misma noche de su regreso tras haber celebrado su última Misa junto al oratorio del Santo Cenáculo de Jerusalén. Si se puede resumir a Don Álvaro con breves palabras resaltar que era un hombre bueno y fiel, trabajador incansable, discreto amigo de cinco Papas y maestro del buen humor.
