Desde hace algunos años, mi esposo y yo hemos incluido este texto del evangelio en las catequesis preparatorias de los novios que van a celebrar el sacramento del Matrimonio porque nos parece que es fundamental para todo cristiano preguntarse por quién es Jesús para él.
En una sociedad laicista como la nuestra, no importa tanto la opinión que tengan los otros sobre Cristo cuanto la experiencia personal de la fe en Jesús como salvador. El evangelista Marcos advierte que el Hijo del hombre tendría que padecer mucho, ser rechazado por los dirigentes politíco-religiosos de su época, morir y después, resucitar. Es decir, que tras el camino doloroso, la victoria final es de Cristo.
También nosotros debemos recorrer un camino similar con la confianza puesta en la felicidad eterna. Por eso, de nada nos servirá, como hizo Pedro, negar esta realidad en su parte dolorosa, de nada nos sirve pensar como cualquier ser humano que se queda en la vida inmanente porque, entonces, Jesús también nos reprenderá como hizo con Pedro, con duras palabras. Pero si asumimos la cruz y seguimos los pasos del que se declaró ser el Camino, salvaremos la vida.
Merece la pena, en el sentido literal del término, seguir el camino que trazó Jesús. Merece la pena ser rechazado por los que desconocen a Dios y no tienen una experiencia personal de relación con Él. Merece la pena incluso, morir, para alcanzar la ansiada salvación eterna.
ESPERANZA SANABRIA,Licenciada en Ciencias Religiosas, de la Revista Diócesis