“Vende todo lo que tienes y dáselo a los pobres. […] Luego, ven y sígueme”. Con estas palabras, Jesús nos narra el famoso pasaje evangélico del joven rico, que leeremos este próximo domingo, vigésimo octavo del tiempo ordinario, en el Evangelio de Marcos. Duras palabras para una persona que decía haber cumplido todos los mandamientos de la ley de Dios y que había llevado una vida correctamente encauzada. Pero a los ojos de Jesús, una cosa le faltaba: desprenderse de sus posesiones.
¡Cuántas veces hemos oído decir que, en aras de la muerte, nada de este mundo nos llevaremos “para el otro barrio”! Y es que en sí es una realidad. Vivimos en una sociedad dominada por el poder de las posesiones y del dinero. Y es que tristemente, todo está gobernado por eso, porque –claro está– el pan nos lo tenemos que llevar todos a la boca. ¿Dónde quedaron ya aquellas acciones que teníamos con nuestros vecinos? ¿Cuántas personas son capaces de hacer favores sin esperar nada a cambio? Y lo mejor de todo, ¿cuántos están dispuestos a desprenderse de todo por perseguir sus sueños, aquello que creen que es para lo que están llamados?
Todos tenemos una vocación a la que estamos llamados: maestros, médicos, agentes de policía, panaderos… Y también, claro está, estamos llamados a una vocación en nuestra vida personal: matrimonio, soltería, vida religiosa, sacerdocio… Para todas y cada una de esas vocaciones, debemos desprendernos de algo nuestro de siempre para poder alcanzar ese estilo de vida: el que quiere estudiar, tiene que dejar temporalmente a su familia para vivir y estudiar fuera; el que quiere conseguir el trabajo de sus sueños, rara vez suele conseguirlo dentro del lugar donde reside…
Quiero realzar el trabajo de aquellas personas que realizan una labor de servicio desde su vocación, por servir a los demás, dejando atrás su propio yo, para ofrecerse a los demás, cueste lo que cueste. Es la labor de las personas con vocación religiosa, presentes en escuelas, hospitales, residencias, conventos… Y una vez más, destacar la labor de lo que celebraremos estos días: la de nuestra Guardia Civil, hombres y mujeres que son capaces de ofrecer y poner en riesgo sus propias vidas con el objetivo de ofrecernos seguridad en nuestro día a día. Encomendémonos en nuestras oraciones a la Patrona Mariana en nuestro país, la Virgen del Pilar, para que siga protegiéndolos, dándoles el impulso que necesitan para seguir cumpliendo con su labor, les dé protección en su rutina de cada día y sigan creciendo las vocaciones a favor del servicio al prójimo.
