Escribo estas palabras cuando tan sólo quedan dos días para que los rocieros de Antequera comencemos el camino hacia la aldea del Rocío. Mal tiempo asoma por la ventana de mi casa, donde las preocupaciones por las previsiones meteorológicas se entremezclan con los nervios de los preparativos de una nueva romería.
Éste será un año más que recordado, porque el polvo y la arena son sustituidos por tormentas y carretera, en un peregrinar en el que no sonarán ni relucirán quizá tanto las guitarras y los trajes de gitana.
Va a ser muy duro, sí. Pero sinceramente me conmueve que –y a pesar del gran problema de seguridad que estas condiciones climatológicas puedan conllevar– los rocieros NOS QUEJEMOS DEL CAMINO QUE VAMOS A VIVIR, más teniendo tan presente en nuestros medios de comunicación a tantos hermanos que sufren estos aguaceros y que no tienen –con mucha suerte– más que una triste tienda de campaña rota por los temporales, esperando que nosotros, “los civilizados”, les demos cobijo tras su huida de la guerra en Siria.
¡NO PODEMOS QUEJARNOS, NO! Por eso una triste lluvia no debe servir de freno a nuestro peregrinar de fe. Por ello, quisiera ofrecer este camino por mis hermanos de Siria, por sus hijos y por todos los que huyen con sus pocas pertenencias y esperan en campos anegados de agua a que nosotros nos volvamos algo más humanos para con ellos.
Nuestro camino es de fe y de devoción, de elección y de sentimiento; el camino de ellos es de necesidad y de obligación, sin elección e inhumano. Quizá este camino nos sirva para vivir mínimamente con un poco de empatía hacia ellos, pero nunca nos podremos poner en sus pieles por mucho que nos llueva.
ENVÍANOS TU ESPÍRITU, SEÑOR, Y REVISTE LA FAZ DE LA TIERRA DE HUMANIDAD. #camino2016 #promesa #niunasolaquejaesteaño #almaltiemporecuerdaaSiria
Emilio Córdoba