Los Mártires Capuchinos de Antequera, el padre Ángel de Cañete y seis Compañeros, serán Beatificados el 13 de octubre de 2013, en Tarragona. A más de un lector de El Sol de Antequera, el inicio de este artículo le sonará a cosa sabida o conocida.
Es la frase de un célebre antequerano que militó en las filas del Serafin de Asís, y que ha dado mucho gloria a Dios entre los capuchinos andaluces y, sobre todo, ha sido honra y gloria de su ciudad natal. Se trata del padre Rafael de Antequera, cuya ciudad e historia llevaba tan dentro que la daba a conocer allá donde estuviera y con las personas que se encontraban con él. Gracias a su tesón y trabajo, las Franciscanas de los Sagrados Corazones, tienen hoy a su fundadora, Beata Madre Carmen del Niño Jesús, en los altares, y, gracias también al trabajo constante del padre Rafael, el 13 de octubre de 2013, veremos en los altares a siete Capuchinos, el padre Ángel de Cañete y seis Compañeros más, que derramaron su sangre por su fidelidad al Señor y su amor a los pobres.
Como decía, “Por senderos de exaltación” era el título, simbólico y lleno de sentido, cargado de contenido, con el que el padre Rafael iba publicando en la Revista El Adalid Seráfico la crónica de aquellos “18 días de asedio” que vivieron los religiosos del convento-colegio capuchino de Antequera, desde que los milicianos rodearon el convento al estallido del Alzamiento Nacional el 18 de julio de 1936, hasta la gloriosa tarde del 6 de agosto, fiesta de la Transfiguración del Señor, en el que segaron las vidas de aquellos siete fieles servidores del Señor y de sus hermanos. Estas crónicas iban apareciendo en “El Adalid” mientras, en la Diócesis de Málaga y bajo el pontificado de monseñor Ángel Herrera Oria, se hacía el Proceso Informativo Diocesano “sobre el martirio” de estos siete religiosos, entre julio y agosto de 1954 y del que el padre Rafael era Vicepostulador, trabajo que desempeñó con verdadero acierto. Esa luminosa frase ha iluminado a los Consultores Teólogos que el pasado 2 de octubre estudiaron, en el Congreso Peculiar de la Congregación de las Causas de los Santos, la Causa y ha servido para justificar la fama de martirio de estos Siervos de Dios.
Si Antequera ha sido desde siempre crisol de historias y de culturas, como lo demuestran sus monumentos prehistóricos, la riqueza de sus archivos y bibliotecas, sus importantes y artísticos e históricos monumentos como iglesias, conventos, castillo y obras de arte únicas, como las que atesora su rico Museo, una bella ciudad que dormita a los pies de su impresionante sierra del Torcal y bajo la sombra de la emblemática Peña de los Enamorados, ahora la ciudad volverá a vestirse de gala porque sobre el firmamento estrellado de su cielo, brillarán con luz propia las luminosas estrellas de estos siete Mártires Capuchinos, que, al igual que hicieron el bien en vida desde la portería de su convento, el confesionario, sus predicaciones, sus misiones populares, ahora su intercesión seguirá velando y derramando gracias sobre la ciudad, paz, bondad, gracia, amor, verdad, solidaridad y todos los beneficios que la ciudad necesite.
Muchos antequeranos han mantenido, desde siempre, un afecto entrañable a la orden Capuchina, afecto que se trasmite de padres a hijos. Recuerdo con cariño, en la década de los años 50 a los 60, cuando estudiaba el bachillerato en el Seminario Seráfico de Antequera. Muchos bienhechores acudían en ayuda del Seminario que acogía por entonces a bastante más de cien niños que iniciaban allí la carrera para ser capuchinos. El pan diario, las tortas de los días de fiesta, el aceite del año, los garbanzos, lentejas, mantecados… eran muchos de los alimentos que la generosidad de tantas familias antequeranas dejaban a las puertas del Colegio para que pudieran seguir sus estudios aquellos aprendices de capuchinos para un día ser capuchinos, misioneros, “enviados del Señor”, anunciadores de su Palabra.
También hoy la Fraternidad de los Hermanos Capuchinos de Antequera sigue siendo sendero luminoso para cuantos antequeranos se acercan hasta el convento, donde reciben el don material del alimento, son acogidos bajo un techo, reciben afecto, calor, compañía, acogida, o son atendidos en el Centro de Transeúntes de Cáritas; o bien reciben el consuelo y la asistencia espiritual en el confesionario.
Guardo vivo en mi memoria aquel 7 de abril del 2008, en una espléndida tarde primaveral, en Roma, participaba, en la Basílica de San Bartolomé de la Isla Tiberina, consignada por el Beato Juan Pablo II a la Comunidad de San Egidio y convertida en “memorial” de los mártires del siglo XX, en el homenaje que el Papa Benedicto XVI dedicaba a los mártires del siglo XX y primeros testigos del siglo XXI.
Acogido con fuertes aplausos, Benedicto XVI llegaba para hacer siempre presente esta «pintura al fresco de las bienaventuranzas vividas hasta el total derramamiento de la sangre». En definitiva para subrayar que, como aquel siglo XX apenas concluido, «también este siglo XXI se ha abierto en el signo del martirio». El Pontífice rendía homenaje a los testigos con las palabras de su discurso, pero sobre todo con la oración.
Pero Jesús resucitado –añadía el Papa– “ilumina su testimonio”. En el fracaso, en la humillación de cuantos sufren a causa del Evangelio, actúa una fuerza que el mundo no conoce.
La persecución, además, explicaba aún el Papa Ratzinger, es en un cierto sentido, un signo de la vitalidad de la Iglesia. Y se verifica “cuando los cristianos son verdaderamente levadura, luz y sal de la tierra”. “La convivencia fraterna, el amor, la fe, las opciones a favor de los más pequeños y pobres, que caracterizan la existencia de la comunidad cristiana, suscitan a veces una aversión violenta”. Las palabras del Papa recibían una significativa confirmación visible también en el icono de los nuevos mártires que se encontraba a sus espaldas.
También, ahora, Antequera, abre sus brazos al júbilo y a la alegría por la ayuda y favores que recibirán de estos Siete Benefactores. Los santos, los mártires seguirán siendo siempre “bienhechores de la humanidad”, no hicieron mal ni daño a nadie, su vida sigue siendo un vivo ejemplo de fe y de amor y un fuerte reclamo a todos nosotros, como lo es la vida de Jesús de Nazaret, de que ellos también “pasaron haciendo el bien” (Hech 10, 38).
Los Hermanos Capuchinos de la Comunidad, actual de Antequera, están metidos de lleno en un programa de actividades culturales, literarias, artísticas y religiosas que no habrá que perder de vista porque merecerá la pena participar en ellas.
FRAY ALFONSO RAMÍREZ, Capuchino vicepostulador de la causa