Queridos lectores, ¡paz y bien!: En este domingo que corresponde al vigésimo primero del tiempo ordinario, encontramos una hermosa lectura evangélica. En primer lugar encontramos una pregunta de peso que Jesús nos hace también a nosotros hoy: “¿Quién dice la gente que es el Hijo del Hombre?”. “¿Quién decís que soy yo?”. La respuesta a esta pregunta debe de ser contestada en nuestra propia intimidad pero también en comunión, es decir, dentro de la Iglesia.
Es relativamente fácil responder la respuesta individualmente, lo difícil es ejecutarla. En comunidad es difícil responderla y ejecutarla pues debe existir una respuesta común que englobe y dirija la misión de la Iglesia Universal. De ahí se concreta la consagración de Jesús a la respuesta de Pedro que vemos en la segunda parte del Evangelio de hoy.
Jesús cambiará el nombre de Simón por el de Cefas o Kefas (piedra), que luego se traduciría por Pedro. Cambiar el nombre de alguien entre los judíos era darle un destino o una misión. Jesús quiere que Cefas sea la piedra que aguante la organización de su Iglesia. Mateo narra de manera muy precisa la consagración de Cefas como primado de la Iglesia, como garante de llaves del Reino, como primer Papa.
La promesa de Jesús no es solo relativa a un “cargo”; estamos, pues, ante una realidad muy importante, que no viene de una mera organización eclesial. El Papado es una institución del mismo Cristo y esto no tiene discusión.
Muchos bautizados discuten sobre esta “autoridad” papal, pero la realidad es una: es un hombre instituido para ello, de llevar la barca de la Iglesia universal.
¿Era Pedro el más adecuado para recibir las llaves del Reino? A mi opinión, Pablo lo dice muy bien en la segunda lectura de hoy. Solo la generosidad de Dios podría ofrecer a un humano una misión tan importante sin importar su condición. Si él es el dueño de la historia y el autor de la Iglesia, él sabe qué y cómo dirigirla.
Sabemos que la Iglesia es de Dios, pero no será nunca “nuestra”. Por lo tanto, veamos a nuestros pastores como son realmente, pastores, pero que Dios es nuestro guía y el que inspira la conducción de su obra más maestra, la Iglesia.
Termino mi último artículo en este periódico, marcho a otras tierras para sembrar el Reino de Dios. Ha sido un placer teneros como lectores. ¡Dios os bendiga!
hermano capuchino Raúl Sánchez