A estas alturas todos sabemos que “El Miércoles de Ceniza no es un día de precepto”, pero en el año litúrgico sí que marca de forma visible el comienzo de la Cuaresma, un período de conversión de corazón y, sobre todo, nuestro encuentro con el Señor en la eternidad… Y para muchos cofrades, el inicio de la cuenta atrás para la tan ansiada Semana Santa.
Desde tiempos bíblicos, las cenizas simbolizan que no somos nada ante Dios. ¿Qué le dijo a Adán al expulsarle del Paraíso? “Polvo eres, y al polvo volverás” (Gen. 3, 19). Abrahám mismo usó así este símbolo cuando afirmó ante el Señor: “Polvo y ceniza soy” (Gen. 18, 27) mientras le rogaba para que no destruyera Sodoma; así también la ceniza indicó un cambio de vida, debido a un profundo arrepentimiento de haber pecado, por parte del rey de Nínive que oyó que en 40 días su ciudad sería destruída.
¡Y funciona¡ Aunque quizá no de la manera que cada uno se esperaba. Viendo esas muestras de arrepentimiento, el Señor les perdonó: a Adán lo redimió, a Abraham lo condujo a la tierra y Nínive y los ninivitas se dieron cuenta de que tenían que dejar las riquezas de este mundo para volverse hacia el Señor y ganar su favor y misericordia, ¡y eso sin haber oído las palabras de Jesucristo: “¡Ay de vosotros, los ricos!, porque ya tenéis vuestro consuelo!”
Parece que eso de mostrar arrepentimiento es bueno… Por eso los penitentes públicos solían cubrirse de cenizas desde el primer día de la Cuaresma y hasta el Jueves Santo, cuando se reconciliaban con Dios y la Iglesia; ya después, en el el siglo VIII, se abandonó esa práctica, pero se comenzó a imponer las cenizas sobre todos en la cabeza o en la frente. (Menos mal) ¿Y nosotros que hemos recibido esa advertencia del Señor?
La Cuaresma, y el pistoletazo de salida que es el miércoles de ceniza, son nuestra llamada en el tiempo para identificar nuestras faltas y debilidades, e intentar mitigarlas o eliminarlas si fuese posible; la Cuaresma que empieza, y con ella el signo visible de la ceniza, son nuestro momento de identificarnos como los ricos, de quienes se lamenta el Señor, cuando creemos que ya lo tenemos todo hecho y ganado.
Porque, ¿no hacemos lo mismo cuando no apreciamos la gracia y la misericordia que nos ofrece el Señor?
Que la ceniza impuesta sobre nuestras frentes el Miércoles de Ceniza, que por cierto, son de las palmas usadas en el anterior Domingo de Ramos para simbolizar que la gloria de este mundo se reducirá a nada, nos anime a seguir al Señor, a volvernos hacia Él y reconocer que lo necesitamos. Su ayuda, Su misericordia y Su gracia para evitar el aletargamiento, la muerte espiritual. Aprovechemos esta preparación espiritual que nos ofrece la Iglesia durante la Cuaresma, pero hagámoslo no confiando en nuestras pocas fuerzas sino en la fuerza que nos da el sentirnos acompañados del Señor.
Te animo a participar de este Miércoles de Ceniza en tu parroquia, de renovar la fuerza de conversión presente en ti, de al menos hacer el intento de cambiar aquello que no está del todo bien en tu vida. Es sólo un poco de ceniza, si, pero es un signo de la infinita misericordia de Dios, de perdón para aquél que busca ser perdonando.
padre Juan Pablo Jiménez