¡Feliz, Navidad! ¡Que pregón tan glorioso el que resuena esta noche en el corazón de la humanidad! ¡Qué Luz más maravillosa nos luce en el interior de cada hombre de buena voluntad!
En esta Noche Santa, Dios se hace hombre para que nosotros podamos parecernos un poquito a Él que tanto nos ama. Nos decía San Juan de la Cruz, nuestro gran santo Carmelita, que quien no ama está muerto. Pues Dios está vivo porque nos ama. Dios pone su tienda de campaña en medio de nosotros. Alegrémonos por esta noticia que es el verdadero significado de la Navidad.
Hoy es Noche Buena, Noche en la que no hay lugar para la duda ni para las preguntas, sino para ir dejándose embelesar por la grandeza de lo pequeño. Dios se acerca al hombre para que nadie tenga ya que esforzarse para poder estar al mismo lado de Dios. No intentes hacer preguntas al que ya te las ha respondido todas. No busques más al que ya te ha encontrado, pero procura dárselo a conocer a los demás (en esto consiste la Navidad). El amor todo lo puede. También el descifrar misterios que, de otra manera, quedarían siempre ocultos. Bueno es este conocimiento que llega de la mano de una Luz cargada de las mejores razones para ser recibida: llenarlo todo de paz.
El misterio de Navidad rompe la lógica del que se empeña en cerrar horizontes, porque su mirada no llega a más. Pidámosle a Dios que nos preste, más que sus ojos, la realidad de su Palabra. Es la única que tiene la capacidad de llegar más allá de cuantas limitaciones ponemos los hombres.
Como Dios es Jesús y Jesús es Dios, ya resulta fácil dejarse envolver en el misterio de nuestra fe: Dios se hizo hombre y puso su tienda de campaña en nuestras calles y plazas, la de la humanidad. Si con Cristo viene la salvación, y por los bienaventurados caminos de la justicia, el trabajo por la paz y la generosidad de la misericordia, a todos los hombres y mujeres de este mundo debe llegar tan ansiado regalo. Nadie está excluido.
Todos estamos invitados. Que cesen las voces de condena y exclusión. Es noche de paz. Y la paz no puede ser, en absoluto, propiedad privada. Porque la paz rompe cualquier limitación para poder instalarse en la casa de todos los pueblos. Cristo es el Príncipe de la paz. Su reino está metido en las entrañas de todas las geografías y de los sentimientos más nobles de cuantas personas llegan a este mundo. El cristiano tiene que ser experto en dar esta buena noticia: Dios está cerca, muy cerca. El poder verlo no es una posibilidad. Es obligación. ¡Feliz, Navidad para todos!