¡Feliz Pascua de Resurrección! Tras la celebración del triduo pascual en la pasada Semana Santa, los cristianos nos llenamos –nos debemos llenar– de alegría al saber, al creer que nuestro Señor Jesús ha resucitado: la muerte ha sido vencida por la vida, la oscuridad ha sido vencida por la luz y el evangelio nos enseña la Verdad de nuestra proyecto de salvación gracias al que vino para redimirnos, que murió en la cruz y que, contra todo pronóstico humano, ha resucitado.
Desde el Domingo de Resurrección hasta este domingo celebramos la octava de Pascua, los primeros siete días del tiempo llamado de Pascua de Resurrección, por lo que nuestro mensaje debe ser más intenso que en el de Semana Santa. Ya hemos anunciado previamente y durante la Semana Santa que nuestro Mesías iba a padecer sufrimiento y que iba a morir; pero ahora debemos hacer lo mismo con el anuncio de su vuelta a la vida, porque esto último es más extraordinario aún, más en la condición del ser humano.
Comenzamos por tanto el pistoletazo de salida para Pentecostés. Cincuenta días que nos llevará a recibir la fuerza de la tercera persona de la Santísima Trinidad, ésa que impulsa nuestra vida en común de Iglesia, ésa que nos mueve y nos lleva a llevar el evangelio por todos los rincones de nuestra vida. Digámosle así, con el Domingo de Resurrección comienza el particular “miércoles de ceniza” del tiempo de Pascua de Resurrección, de un tiempo de Gloria.
¡Preparémonos, por tanto, y celebrémoslo como se merece!En el evangelio de este domingo de Pascua, se nos narra el pasaje en el que Jesús resucitado se presenta ante sus apóstoles para anunciarles que ha resucitado. No todos estaban presentes: faltaba Tomás. A pesar de que sus otros compañeros apóstoles le dan traslado de lo que han vivido, Tomás no cree hasta que no es el mismo Jesús el que se le presenta y le dice que meta su dedo en el costado y sus llagas.
Por tanto, Tomás no creyó en su presencia de resucitado, sino que descubrió que su resurrección había tenido lugar cuando lo atestiguo él mismo. “Dichoso el que cree sin haber visto”, porque en eso consiste precisamente nuestra fe. Por ello, tengamos nuestro corazón y mente abierta a creer sin haber visto en el hecho de que Jesús está aquí, en la realidad de que nos trae su Paz, ésa que nos deja tranquilos tras haber visto su sufrimiento en la cruz, ésa que nos reconforta tras saber que cumplió con su Palabra de destruir el templo y reconstruirlo en tres días.
Por tanto, Paz a vosotros, hermanos, en este tiempo de Pascua judía en el que nuestro Señor ha resucitado y paz también a vosotros, que os alegráis de la vuelta a la vida de nuestro Señor, porque seréis recompensados con la fuerza del Espíritu Santo para que nunca más tengáis miedo de salir a la calle a anunciar esta buena nueva.