Continuando con la escena de las últimas semanas, en este domingo decimonoveno del tiempo ordinario volvemos a ver a la gente murmurando –criticando diría yo– por el anuncio que Jesús había traído: “Yo soy el pan que ha bajado del cielo”. Y esa escena concluye esta semana con una afirmación tajante, que viene a darnos un adelanto –una exclusiva, se diría hoy–: “El pan que yo daré es mi propio cuerpo. Lo daré por la vida del mundo”.
El camino de lo que se conoce como la vida pública de Jesús no fue para nada un camino de rosas. Su paso itinerante y nómada por las diferentes regiones de la zona no dejaban indiferente a nadie y, claro está, quien se hace sonar, suena para bien y para mal. Es aquí donde volvemos a ver, una vez más, una de las miserias del ser humano: no ser capaces de creer sin haber visto e, incluso, criticar aquello que nos provoca envidia, porque no sabemos alegrarnos con las buenas nuevas de los demás.
Es aquí donde se vuelve a mostrar una vez más el carácter más humano de Jesús, capaz de ser víctima de las críticas y de tener que enfrentarse, como un ser humano más, a todas ellas. ¿Cuántas veces nos ha sucedido alguna escena de éstas en nuestra vida? Y es que, el hecho de hacer vida pública, de mostrarnos ante los demás tal y como somos, puede llegar a provocar las murmuraciones de la gente.
Ante todo, calma. No hay que dejarse llevar por los comentarios injustificados del prójimo. Hay que ser fuertes en el Señor, agarrarnos a nuestra fe y seguir nuestro camino de servicio a los demás con los valores que nos enseña el evangelio, por enseñanza recibida y, sobre todo, por convicción plena. Muchos son los que sufren en sus corazones cuando son criticados por el simple hecho de partir su vida y repartirla en pro de los demás. A todos los que lo hagáis, seguid haciéndolo, y a quién no, que sepa que aún está a tiempo de descubrir la verdadera felicidad, aquélla que te da el hecho de ver cómo eres capaz de hacer felices a los que te rodean.
No obstante, no quisiera detenerme en esta faceta del evangelio de este domingo, porque el verdadero mensaje, el único importante de este pasaje, es la manifestación de Jesús de entregar su vida, como pan, para saciar la vida plena del mundo. ¡Eso sí es partirse y repartirse por los demás! ¿Y tú? ¿Estás dispuesto a partirte y repartirte para saciar el hambre del mundo que te rodea?