¿Dónde nació Jesús?
En una catequesis con niños de Primera Comunión,les preguntaba el sacerdote:¿Dónde nació Jesús?
En Belén, respondieron todos. ¿Y dónde vivió cuando era joven? En Nazaret, contestaron bastantes.
¿Y dónde murió? En la cruz, afirmaron casi todos. Sí, pero ¿en qué ciudad? En Jerusalén, dijeron unos cuantos.
¿Y dónde está enterrado? Se hizo el silencio. Uno, levantando la mano, dijo: No está enterrado, que resucitó.
Jesús comienza su vida con su concepción en las entrañas purísimas de su Madre, de nuestra Madre Santa María. Y nace en Belén. Ese Niño Jesús crece en gracia y sabiduría ante Dios y ante los hombres. Y muere después de su Pasión. Y resucita. En casi todos los sepulcros se lee una inscripción que viene a decir: “Aquí yace…”. En el del Señor debería estar escrito: “Aquí no yace…”. La vida de Jesús no acaba en fracaso, en muerte. Acaba siempre en triunfo, en vida, en gloria.
Jesucristo es el corazón, el resumen del anuncio del Evangelio, de la Iglesia. Hablar del cristianismo, no es hablar de una concepción de la vida, no es una forma de entender la solidaridad, ni una propuesta de fraternidad social.
Algunas veces oímos que en el fondo casi todas las religiones son más o menos iguales, porque casi todas tienen algo de bueno para el hombre. Probablemente es cierto. Pero el Cristianismo no es eso, sino que es Cristo. Es decir, es una Persona.
El Cristianismo es una persona: Cristo. ¿Quién es el ser más feliz de este mundo? ¿Quién es la mujer, el hombre más dichoso? El que está más cerca de ese Niño Dios que nace en Navidad. Dios es el amor, la felicidad, la alegría. Todo lo que hay de bueno y alegre en el mundo de Él procede. Por eso estar lejos del Señor es estar lejos de la alegría.
El Nacimiento de Jesús nos viene a recordar esta sencilla realidad: ¡Qué bien se está cuando se está cerca de Dios! El Niño, desde el pesebre, nos suplica: ¡Vuelve! ¡Acércate a mí!
Dejemos a Dios volver a nacer en nuestro corazón. Jesús está buscando todavía posada en tu corazón. Y quizá en este momento le tenemos que pedir perdón porque a veces le hemos dicho que no había lugar para Él en nuestra casa.
Vamos a abrirle las puertas de nuestro corazón y dejemos que ocupe el primer lugar en nuestra vida. Que el Niño Jesús esté cómodo. Santa María y San José habrían limpiado, ventilado y adecentado la cuadra de Belén para el Señor, para que estuviese un poco mejor.
¿Y nosotros? ¿Qué falta, o qué sobra, en mi corazón para que Jesús esté cómodo en él? Que San José y nuestra Madre limpien, barran y ventilen mi alma para que el Niño esté a gusto esta Navidad… y siempre.
Confiemos en este Niño que nace en Navidad.
Nosotros no seguimos una idea muy bonita, sino a una Persona que además es Dios. El cristianismo es un encuentro entre dos.
Y un buen día, yendo por la carretera de esta vida vemos que alguien está haciendo autostop. ¿Sabes quién es ese alguien? Jesús, el que te regaló el coche, el que te dio la vida, y ahora está allí.
Mientras avanzas vas pensando: ¿Lo monto o no lo monto? ¿Será Jesús de verdad? A lo mejor no lo es.
Si tienes más generosidad te pararías y montarías al Señor. Y después de recorrer pocos kilómetros, Jesús comenzaría a decirte: No tan deprisa, respeta las señales, cuidado con esa curva.
Y tú, un poco harto podrías decir: O te callas o te bajo, el coche es mío, conduzco yo. Y Jesús callaría, muy respetuoso con tu libertad.
La tercera posibilidad sería montar a Jesús y al darte cuenta de que es Dios, ir siguiendo sus indicaciones.
Pero hay una última opción, que es darle las llaves de tu coche al Señor y dejar que conduzca Él.