Unos años antes de ser nombrado Papa, el cardenal Karol Józef Wojtyła, dio ejercicios espirituales en el Vaticano. Sus meditaciones se publicaron con el título: “Signo de contradicción”. Palabras tomadas del Nunc dimitis o himno que el anciano Simeón entonó cuando la presentación del Niño Jesús en el templo. Ciertamente, Jesús es un signo de contradicción, pues no deja indiferente a nadie. Todo el que lo descubre, toma partido.
Unos quedan tan fascinados y repletos de gozo, que se le entregan y son capaces de dar la vida por él; y otros, al contrario,se cargan de odio contra él y contra todo lo que huela a la fe en él. A veces, hasta tal punto que un célebre dramaturgo se hizo grabar una cruz en la suela de su zapato, para pisarla a cada paso.
La profecía de Simeón se ha cumplido: él es signo de contradicción, él nos sitúa frente al misterio y nos coloca frente a la pregunta que hizo a los discípulos: “Y vosotros, ¿quién decís que soy yo?”. Hoy, por desgracia, una ola de Cristofobia aparece de vez en cuando en los medios de comunicación. Pero a pesar de todo, el amor del crucificado es tan inabarcable, que utiliza ese odio para donarse y entregarse más. Hoy, él vuelve a decirnos que no ha venido a que le sirvan, sino a servir y dar la vida en rescate por todos.