En el transcurso de unas escasas semanas, hemos visto a dos grandes dictadores que se han creído los dueños del mundo. Ellos nos ponen sus condiciones para detener esa guerra injusta contra Eucrania, para marcar la expulsión y marginación de los emigrantes y para imponer aranceles que cambiarían el mercado internacional. Todo ello traería como consecuencia una mayor pobreza para los más pobres.
Todo este problema no puede ser ajeno al hombre y a la sociedad que tiene derecho a vivir con dignidad, democracia y libertad sin depender de ninguna potencia que arrase su territorio y su calidad de vida. La Iglesia ya ha denunciado a través del papa Francisco que es un pecado muy grave expulsar de sus territorios a los emigrantes amenazándoles a volver a su estado de miseria del que salieron de sus países pobres. También desde su situación de enfermedad en el hospital de Roma, el Papa ruega por la paz en el mundo entero.
Ante esta realidad en la que vivimos, el Evangelio de Jesús en esta semana nos invita en primer lugar a tomar conciencia de que todos somos pecadores pero también todos estamos llamados a la conversión. En segundo lugar a través de la parábola de la higuera, Jesús nos lleva a la paciencia en la espera de dar frutos. Recordemos que el Padre espera que cada uno de nosotros rinda fruto, pero también el mismo Dios nos está llamando hoy a cada uno de nosotros a esa llamada de cambio y conversión en nuestras vidas.
Volvamos al evangelio de San Lucas de mañana domingo. Ahí se nos presenta el recuerdo de dos trágicos acontecimientos sucedidos en Jerusalén (probablemente en el Templo, y en el barrio de Siloé, al sureste de la ciudad) Ante la concepción judía de que Dios castiga a los pecadores y premia a los justos, Jesús no discute sobre este tema y utiliza ambos sucesos para llamar a la conversión. Todos son pecadores. Por eso, todos están llamados a la conversión A pesar del pecado, es posible la conversión.
A continuación se narra una parábola de no arrancar la higuera por no dar fruto sino esperar, trabajar su cultivo y tener paciencia a que dé el fruto. Aquí como vemos la decepción del dueño queda desbordada por la intercesión esperanzada del viñador. No se sabe si dará fruto. El viñador manifiesta especial atención al cuidado de la misma. Se muestra esperanzado en que dará fruto.
Unidos los dos relatos la interpretación es clara: la higuera (el pueblo de Israel) puede aún dar fruto. La esperanza del viñador se impone. La decisión es urgente y no se debe aplazar (solamente solicita un año más de espera). Pero, es posible. Lo importante es la conversión y la posibilidad de la misma. Jesús ha anunciado el Reino de Dios. Israel no lo ha acogido, pero aún tiene la posibilidad de cambiar. Y quien habla de Israel, habla de la comunidad de Lucas, y habla de los cristianos de hoy. Podemos vivir con esperanza, porque aún es tiempo de conversión.
Finalmente desde Lima en Perú, en medio de una sociedad caótica donde sobreviven millones de personas en medio de la pobreza, con toda confianza les planteo a ustedes, lectores de El Sol de Antequera, las siguientes preguntas: ¿Qué frutos estamos dando en nuestra vida? ¿Estamos permitiendo que el Señor nos pode, nos limpie y nos ayude a crecer para dar mayores frutos abundantes de amor, de justicia , de perdón y de solidaridad?.
Que el Evangelio de este domingo sea una llamada de verdad al cambio, que nos ayude a dar fruto de amor y de misericordia, para que abramos caminos a la esperanza en nuestra vida.