sábado 23 noviembre 2024
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Un combate angelical

Jacob suplantó a Esaú, huyó a Mesopotamia, tuvo la visión de la escalera, se casó y tuvo hijos, prosperó en rebaños y siervos, se puso en camino a su casa por mandato de Yahvé, lo persiguió su suegro, hicieron un pacto para no agredirse mutuamente, mandó por delante a sus siervos con regalos para aplacar la ira de Esaú y, entonces, ocurrió un hecho inaudito: Jacob luchó contra  un ángel. 
 
Pelea contra él cuando se halla solo. Nuestro encuentro con Dios es personal, directo, sin intervención de otras personas y mucho menos de la fama, el prestigio o los bienes que tengamos. 
La lucha tiene lugar de noche y se prolonga hasta la aurora. En la noche del alma, cuando los problemas arrecian y ponemos en duda nuestra fe, es donde se produce el encuentro de cada uno con Dios. Esta lucha, aceptar o rechazar a Dios, dura toda la vida. Sólo cesa en la aurora de la otra vida. 

Como Jacob no es vencido fácilmente, el ángel lo golpea en la articulación del muslo afectándole el tendón femoral, quedando Jacob cojo. Dios vence siempre y la cojera recordará a Jacob que, pese a su encuentro con Dios, sigue siendo débil, debe ser humilde. El patriarca, que durante la lucha ha comprendido la naturaleza divina de su oponente, le exige que le bendiga antes de que se marche. Entonces el ángel le pregunta cuál es su nombre, contestándole que Jacob. Para los hebreos el nombre era muy importante, encerraba siempre un significado.
Jacob significa “suplantador”, “tramposo”. Al decir su nombre, el patriarca reconoce su verdadera naturaleza, su “pecado”, ante Dios. Es entonces cuando el ángel le dice que en adelante se llamará “Israel” porque ha luchado con Dios y con hombres y ha vencido. Israel significa más bien: “Dios es fuerte”. Con este nombre se indica que Jacob-Israel conseguirá la victoria en el futuro. El Génesis dice que Jacob “ha vencido” a Dios. En realidad, esto ocurre cuando Jacob advierte la divinidad de su oponente, pide su bendición y reconoce su pecado o modo de ser.
 
Entonces, Jacob “vence”, recibe su Gracia. También el patriarca le ruega al ángel que le diga su nombre, pero éste no se lo dice porque el misterio de Dios es insondable mientras estamos vivos. Pese a haber visto a Dios cara a cara, Jacob salva su vida. Además, sale transformado de esta experiencia porque si antes conseguía sus objetivos a base de astucia y engaño, a partir de ahora confiará cada vez más en la providencia de Dios y en la oración.
 
Este combate también se puede considerar una metáfora de la oración. Al orar ofrecemos nuestros problemas a Dios, le damos gracias y le hacemos peticiones. A veces, nuestras oraciones tardan en ser respondidas por Él. La fe se resiente, cunde el desánimo. Hay una lucha espiritual. Pero la obstinación de Jacob, peleando y pidiendo la bendición, nos dice que hay que insistir, que la oración ha de ser continua para que sea eficaz.
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