sábado 23 noviembre 2024
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V Domingo de Cuaresma: En puertas de la Semana Santa de 2016

En el hermoso Evangelio que nos presenta la liturgia de este domingo, dentro de este marco de la Cuaresma, podemos contemplar, nuevamente el rostro amoroso y misericordioso de Jesús. A Jesús le presentan una adúltera, y todos rápidos en juzgar, según la Ley quieren poner a prueba a Jesús. Jesús nos da una lección, no sólo a la mujer sino especialmente a los que la enjuician. 

Las últimas palabras de Jesús son magníficas, dignas de nuestro Dios y nuestro Rey de Amor: “Tampoco yo te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. Jesús no ha venido a condenar sino a liberar, ¿liberarnos de qué? Del peso del pecado. Sí, el pecado es todo lo que nos aparta del amor Dios; y muchos, sin saberlo, por inconsciencia o por los vaivenes de este mundo, no saben que pecan. 
 
Las consecuencias del pecado no son aparentemente visibles a los ojos humanos, pero sí que modifican nuestra personalidad: pensamos mal, más desconfiados, perezosos en el buen obrar, nos hace ser más egoístas, nuestro orgullo crece… y la conciencia humana queda cada vez más debilitada apoyándose en el “yo y yo mismo” personal que en el “tú” como hermano. 
 
Nuestro corazón de carne que late por y para los demás, se va haciendo poco a poco de piedra… esas piedras que los judíos tenían en sus manos para apedrear rápidamente a la pobre mujer adultera. Querían justificar sus errores y pecados con los actos erróneos de los demás. Eso ocurre también hoy en nuestra sociedad, la humanidad ha cambiado poco. ¡Qué rápido somos en etiquetar a los demás! ¡Con cuánta rapidez la crítica fácil y destructiva corre veloz antes que la prudencia y el perdón! 
 
Jesús nos pide practicar la  misericordia y el perdón de los pecados, volver a convertir nuestro corazón de piedra en un corazón de carne. Él nos muestra el camino y practica con el ejemplo: “No te condeno. Anda, y en adelante no peques más”. Jesús, el mismo Amor encarnado no ha venido a medicar a los sanos sino a los enfermos, a los que se encuentran lejos de Dios y de la Iglesia, a los perdidos en una sociedad excluyente, a los que viven sin bandera ni horizontes…
Estamos en un tiempo favorable para ello, en este Año Jubilar de la Misericordia presentado por el Papa Francisco y en este contexto de la santa Cuaresma, podemos y debemos pedir perdón, arrepentirnos por nuestros pecados en el sacramento de la confesión. 
 
Con esto nos transformaremos poco a poco, y volveremos a sentir entrañas de misericordia con el prójimo, porque Dios primeramente ha mirado tu humillación y conversión. Has sentido el Amor de Dios en ti y ya estás dispuesto a contagiar a los demás las maravillas que Dios ha hecho contigo, la alegría del perdón de Dios te inundará para que tú a la vez practiques el perdón y la misericordia con el que te ofendió. Sólo entonces comprenderás lo que es sentirse perdonado para practicar el perdón. 
 
Aprovechemos este tiempo para acercarnos al Amor de Dios pidiendo perdón, y no nos justifiquemos en los errores de los demás haciéndonos jueces de todo y cada vez más individualistas y egoístas. Jesús nos quiere hacer libres para hacer el bien y para que otros viendo tu testimonio, se acerquen a Dios. Amén.
 
Fray Raúl Sánchez, capuchino 
 
 
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