El Evangelio de este domingo, decimosexto del tiempo ordinario, nos relata un pasaje que puede parecernos que entra en contraposición con el de la parábola del buen samaritano que escuchábamos la semana pasada.
Dos hermanas de Betania, Marta y María, acogen a Jesús en su casa. Pero sus acciones son bien distintas: mientras Marta se dedica a servir a Jesús en su casa, María dedica todo su esfuerzo y tiempo en sentarse a escuchar a Jesús. ¿Acaso no debería cambiar su actitud María y ayudar a su hermana Marta?
Jesús les dice todo lo contrario: ambas ejercen un servicio, una atendiendo a Jesús en su casa y la otra escuchando todo lo que Jesús tiene que contarle. La actitud de ésta última nos recuerda a la figura de Teresa de Jesús y a la de sus seguidoras, fieles que dedican su tiempo a la vida contemplativa. Quizás no lleguemos a entender cuál es su misión en este mundo de hoy tan necesitado de manos para obrar el bien en medio de tantas necesidades que padecemos; pero, sí bien es cierto, que su vida contemplativa nos ayuda a todos a acercarnos a la figura de Jesús de Nazaret.
Ellas dedican su tiempo a conocer cómo vivía y transmitirnos cómo debemos llevar el itinerario de nuestra vida en el día a día. Asimismo, también dedican su tiempo a la oración, y en la mayoría de los casos, lo hacen por nosotros. Sí, he dicho bien. Oran por nosotros, por nuestras intenciones y piden al Señor que nos convierta en buenos obreros de su viña, ya que la mies es mucha y los obreros pocos.
En este fin de semana donde en muchos lugares de España, también en Antequera, será procesionada la imagen de la Virgen del Carmen, patrona de los marineros y de todos aquellos que navegan por un mar de gentes que deben hacer llevar a buen término, nos encomendamos a nuestra Señora del Carmen y le pedimos por todas esas personas que dedican su vida al servicio desde la vida contemplativa, y muy especialmente en nuestra ciudad –no sin desmerecer a ninguna congregación–, a las carmelitas calzadas y descalzas, presentes en el Convento de la Encarnación y en el Convento de las Descalzas de Antequera.
¡Que sigan siendo frecuentes en su misión de evangelizar y de servir desde la oración y desde la contemplación por mucho tiempo!