El 31 de octubre se cumplió el 500 aniversario del inicio de la Reforma protestante en Europa. Martín Lutero, un fraile agustino, clavó en la puerta de una iglesia de la ciudad de Wittenberg sus famosas noventa y cinco tesis, con las que no pretendía romper con la Iglesia Católica, sino debatir sobre cuestiones religiosas con las que no estaba de acuerdo, en especial, la venta de indulgencias por medio de las cuales se libraba del purgatorio, a cambio de una cantidad de dinero, el alma de algún familiar o ser querido. A partir de aquí se sucedieron una serie de acontecimientos que condujeron a la propagación de las ideas de Lutero con la inestimable ayuda de la imprenta y a la progresiva formación de diferentes iglesias cristianas protestantes o reformadas. Su número es grande, pero todas presentan unos principios o ideas comunes, las famosas “Cinco solas”, que las caracterizan. Voy a detenerme en estas “solas”, aunque sea muy brevemente.
“Sola Escritura”. La Biblia es la autoridad única y suprema a la que se tiene que someter cada cristiano.El pueblo debe poder acceder directamente a la lectura de la Palabra y someterla a un examen libre, lo que no quiere decir que cada cual la interprete a su antojo –el Espíritu Santo y los criterios hermenéuticos guían al creyente– sino que no debe haber ninguna interpretación dogmática y única que condicione las conciencias individuales. Esto supuso la traducción de la Biblia a las diferentes lenguas vernáculas y un esfuerzo enorme de alfabetización de la población.
“Sola Gracia”.La salvación no depende de nuestras buenas obras ni de los sacramentos, sino que somos salvos por la Gracia de Dios, por Su bondad para con nosotros, que recibimos gratuitamente, que Dios nos regala. Y esto es así porque Cristo cargó con todas nuestras culpas en la Cruz.
“Sola Fe”. La justificación o salvación es sólo por fe en Jesucristo. La fe en Cristo nos hace receptores de la salvadora Gracia de Dios. No son necesarias las buenas obras, aunque la fe verdadera produce buenas obras. “Solo Cristo”. En el evangelio de Juan dice Jesús que Él es el camino, la verdad y la vida, y que nadie llega al Padre sino por Él. Y Pablo nos dice que hay un solo Dios y un solo mediador entre Dios y los hombres: Cristo. Cristo nos busca a cada uno de nosotros directamente, sin que tengan que mediar los santos o la santísima Virgen María.
“Solo a Dios la gloria”. Todo es obra de Dios: su Gracia, la muerte de Jesús, la fe, que también es un don de Dios. Por tanto, ninguna persona ni institución puede recibir nuestra alabanza u oración, sino sólo Dios. Y toda nuestra vida –el trabajo, el ocio, la familia, etcétera– debe estar dirigida a dar gloria a Dios.
En la actualidad asistimos a un acercamiento entre la Iglesia Católica y, principalmente, el anglicanismo y el luteranismo. Ojalá que algún día todos los que creemos en Jesucristo formemos una sola familia.