¿Un Rey, Dios, del Agua y la Salud?”,
preguntó, incrédula, Antequera…
Y, ¿sabes, Señor, una cosa?
¿Sabes, Señor, Quién era
ese Rey, refulgentecual la estrella;
como la flor primorosa,
que le hizo cantaral antequerano poeta?“
¿Quién te enseñó mi Diosa hacer flores;
quién el perfil de la azucena,
y en una hoja de entretalles llena,
bordar lazos con cuatro o seis colores?”
¡Ay, Señor, Señor!
Ese Rey, lleno de gracia plena,
magnánimo, que, por consolar,
hasta ocultara su pena;
grandioso, misericordioso,
ese Rey soberbio, poderoso;
ese Rey, dulce y humilde;
ese Rey, Señor, de las Aguas y la Salud,
ese Rey ante el que imploro,
ese Rey, Señor, ese Rey…
¡eres Tú!