Una de las cosas perdidas por culpa de los tiempos modernos son la “reboticas”. Las “reboticas”, para quienes no se acuerden, eran unos espacios que había tras los despachos o mostradores de las farmacias, de algunas tiendas, especie de sancta sanctorum que el dueño brindaba a amigos para charlar.
Charlar, dialogar sobre temas más o menos trascendentes, que ocupaban unas horas en las que el dejarse seducir por los rollazos que nos obsequian las televisiones o las radios por las tardes, se cambiaba por hablar de cosas locales, ya fuera de la política municipal, del fútbol o de los toros.
Charlas de amigos y entre amigos, donde presidía la amistad y donde no había más disputas que el partido del Antequerano del domingo anterior o los que hicieron el Sevilla, el Betis o el Atlético de Bilbao o, en menor escala entonces, el Madrid o el Barcelona. El buen humor lo presidía todo, junto a una copilla de blázquez, aquél blázquez que se vendía a granel en los bares, y una tapita de buen jamón –el ibérico ni se conocía– o de queso.
En la foto, la tertulia en la “rebotica” de la tienda de don Antonio Sánchez Garrido, arriba en el centro, con Pepe Argüelles a su derecha, Esteban Artacho, el conocido farmacéutico, a la izquierda y, abajo, Paco Sánchez-Sánchez, seguro que sacando temas para sus programas deportivos en la entrañable Radio Antequera de entonces, y Eduardo León, el entrañable “Cabo” uno de los personajes de aquellos años 60, funcionario municipal y un todo-terreno famoso por sus “solos” cuando llegaba al bar por la mañana y ya el camarero sabía que el “solo” equivalía no a un café, lo normal, sino un tinto solo, “sin casera”…
Los componentes de aquella tertulia de rebotica, ni eran políticos, ni falta que les hacía. Eran personas muy distintas, que cada tarde, fortalecían los lazos de unas amistades cada día menos frecuentes, en una Antequera más apacible y amable, más entrañable, donde cada cual se las buscaba como podía, honradamente y contando con el apoyo de sus amigos…