La foto corresponde a algo que era muy frecuente hace años y que ha desaparecido por completo, dejando paso, si acaso, a unas “franquicias” que llevan nombre en francés: “retoucherie”. En esos comercios diminutos, hacen trabajos que muchas mujeres de hoy no saben hacer, o no quieren hacer, o no pueden hacer, a lo mejor porque en sus casas no las enseñaron de niñas.
Nada más lejos de nuestra intención que adjudicar a la mujer esa tarea, pero por una noticia de la apertura de varios talleres en diversas zonas de España, para crear empleo, nos brinda la oportunidad de referirnos a ésa para nosotros tan femenina tarea, como la de “coser”, en una gama amplísima que va desde los trajes y vestidos, hasta los “arreglos” tales como darles la vuelta a los cuellos o los puños de las camisas o chaquetas, cuando estaban “pasados”, coser una cremallera, pegar botones, achicar prendas o “echarle para abajo las costuras” cuando se quería lo contrario de lo anterior, o “coger puntos a las medias”.
Si caemos en la cuenta, hoy todo es “pret a porter”, que no significa sino llevarse la ropa de la tienda, lista para poner. Antes había que buscar el tejido apetecido, llevarlo a la costurera o al sastre ––también quedan poquísimos, si es que queda alguno–, que nos tomaba la medida, nos probaba la prenda a medio terminar y la dejaba impecable, perfecta, con las medidas justas. Hoy no; hoy, se va a la tienda se buscan las tallas –que cambian mucho según los fabricantes– y se busca la que mejor nos quede, sin que ello evite que, muchas veces, hay que retocarlas… Todo, muy lejos de aquellos talleres en las que las mujeres se buscaban un buen sueldecillo, aprendiendo de la “maestra del taller”, que enseñaba a coser, cosa que también hacían las madres, a hacer primores con los bordados, y a las costureras más aventajadas les enseñaban el arte de “cortar” la prenda, a base de ir recortando la tela en las diversas piezas del vestido o traje.
En aquellos talleres, se cantaba sin parar, para hacer más amena la jornada, o se escuchaba la radio tierna de entonces, con más canciones, mejores locutores y programas, y muy lejos de muchas bazofias que nos aturden por ahí, de las voces desganadas con que algunos hablan como si no les gustara tan hermosísima profesión que ofrecía la mejor compañía, formando y distrayendo.
Esos talleres proliferaban en Antequera y había algunos tan famosos como los de “Filo” en la calle Rodaljarros, las hermanas Golfín, casi en el Portichuelo, “Trini” en calle Porterías, Ascensión Pinto en la calle Carreteros, Conchita en la Cruz Blanca y muchas otras que llegaban a tener tanta importancia que, por citar un detalle, tenían hasta su propio día en las novenas del Señor de la Salud y de las Aguas, además de ser un sitio donde encontraban trabajo muchas jóvenes antequeranas, mientras mujeres y hombres lo encontraban en las sastrerías de Berrocal, Silva, Muñoz Berrocal, y otros muchos, alguno de los cuales se ha mantenido hasta hace bien poco, formando parte de esa Antequera vieja que añoramos en tantas cosas…