El coronavirus paró todo lo que estaba en nuestras mentes. Todo lo programado, lo esperado, lo deseado, lo soñado. En el caso de la Fundación Prolibertas en Antequera, los programas Juan de Mata y Juan Gil también tuvieron su momento de incertidumbre, truncando esos pasos esperados por sus usuarios que marcan su deseada inclusión social.
Aunque la actividad nunca ha cesado en la sede central de Prolibertas en la iglesia de la Trinidad en la Cruz Blanca, sí que el estado de alarma hizo cambiar la perspectiva de todos, teniendo que adaptarse a las situaciones que fueron nueva para todos, tanto voluntarios, usuarios como trabajadores.
El programa Juan Gil, destinado a acoger a usuarios penitenciarios que se acogen a permisos de segundo y tercer grado, se paralizó todo, ya que los centros penitenciarios no autorizaban desplazamientos.
En este sentido, ahora en la Fase 3 y gracias a que se permite “la movilidad entre provincias, comenzarán a salir los internos que tienen acogida con nosotros”, nos informa Soledad Muñoz, delegada de la Fundación. Hasta ahora habían seguido en contacto continuo, siendo ya una realidad la de poder seguir con el programa con la normalidad anterior.
En activo el programa Juan de Mata
Por el otro lado, el programa Juan de Mata, contaba –cuando se inició el estado de alarma en marzo– con 12 usuarios que durante el estado de confinamiento total cumplieron con todas las normas establecidas.
Fueron días de incertidumbre para ellos, ya que muchos estaban pendientes de trámites con extranjería y otros, de poder acogerse a las campañas agrícolas; cosa que ya en la segunda fase, pudieron hacer seis de ellos que se marcharon a Huelva.
Las incorporaciones a este programa de nuevos usuarios se retomó en la Fase 2; ya que se paralizaron y estaban pendiente de autorización para poder desplazarse a Antequera. Actualmente son 13 los usuarios acogidos a este recurso, todos jóvenes, procedentes de países como Marruecos, Gambia, Mali o Costa de Marfil.
Lo vivido y trabajado en el confinamiento
Enrique Gómez Muñoz, Jean Badulescu, Mónica López García, Cristina Vegas Molina y Soledad Muñoz Ortiz son los trabajadores que durante el confinamiento continuaron trabajando con los programas, haciéndolo por teletrabajo y turnándose entre todos para no coincidir, y hacerlo de manera presencial, estando al menos uno de ellos en cada día del confinamiento. Mientras que la “parte de servicios generales de la sede central que está en Antequera lo hemos hecho por teletrabajo”, nos detalle Sole.
La actividad de voluntariado se paralizó todo, encargándose los trabajadores de los talleres y actividades que realizaron los beneficiarios durante este tiempo. “Ellos mismos gestionan la casa normalmente, pero en este tiempo, más en profundidad y en mayor medida ya que los voluntarios que en algunos momentos les ayudaban, no podían hacerlo”.
Los usuarios continuaron con su formación a través de aplicaciones móviles como classroom, vídeollamadas, realizaron carteles de ‘Yo me quedo en casa’, han escrito cartas para animar a los enfermos hospitalizados y han colaborando con la iniciativa deportiva para apoyar al comercio local de Antequera.
Una vez superados los miedos iniciales, y el ir adaptándose a las situaciones, toca hacer frente a esta nueva realidad. ¿Qué les deparará el futuro ahora? No lo sabemos. Lo que sí es cierto es que es un nuevo camino el que hay que recorrer y para ello, siguen necesitando de la ayuda de todos, para que conseguir su inclusión sea una realidad firme, segura y con la que alcanzar sus metas.
