Los acontecimientos y evidencias que nos rodean en torno a nuestra climatología nos disponen en un tránsito momentáneo hacia grandes cambios globales. Dejando estos de lado para centrarnos en lo local, con lo que desde hace ya semanas se barrunta electoralmente, vengo a celebrar animosamente varias cuestiones que atañen a nuestro Medio Ambiente y en particular a nuestro medio urbano.
Es de reconocer que por primera vez en democracia se haya dado un importantísimo paso que, en exclusiva, trata sobre la futura “infraestructura verde” de Antequera. La red paisajística de Antequera que perfectamente puede asumir en su multidisciplinariedad el rol de planeamiento, puede y debe marcar un antes y un después en la forma de entender los aspectos ambientales más sociales y así, que desde la política municipal y en concreto que desde el equipo de gobierno se dé el paso hacia el diagnóstico y con ello la programación de mejoras de futuro sobre lo que la proyección ampara.
Ya es plausible, así lo hice y aquí lo ratifico, pues me consta la implicación de José Ramón Carmona para una redacción que de la mano de Mathieu Lèbre, nos hace entrega de una fantástica argumentación sobre las potencialidades y déficits que suma el territorio antequerano en su gran y corta escala y que, en mucho entiendo, que además de sensibilidad recoge desde su visión cosmopolita y foránea, una percepción aventajada que todos podríamos sospechar, pero que en su plástica profesional, él acerca con mucho encaje técnico, sensibilidad ambiental y pragmatismo.
Y con ello ¿ahora qué? Pues aquí es donde a mi juicio está la enjundia de la obra: su “cocina”. Desde el convenido consenso, debiera encontrar un eco ambicioso y cerrado para su puesta en acción, pues de ello, del convencimiento local unánime, será como únicamente se podrá encontrar el apoyo externo que una redacción/ejecución que afecta a un amplio espacio territorial requiere y que implica a diversas administraciones. Brindo por ello y porque ésta siga creciendo en actitudes convencidas. Siguiendo con la felicidad que el fragor político asume en previos a contiendas electorales, celebro de igual forma las inquietudes que desde distintas formaciones se van esbozando ¡lo celebro! Y ahora aterrizado, vuelvo como me iniciaba, aludiendo a los alarmantes indicadores climáticos que ya vivimos y para los que, sin más, hay que prepararse. Los azarosos días de posteo electoral local a mi humilde juicio deben de ir canalizándose hacia un sentido común de gestión ambiental que envuelva a la Ciudad en la realidad que se presta a vivir en este siglo. Hablo de convertir Antequera en un territorio capaz de asumir y resistir las dificultades que nos deparará lo climático Con ello, hemos de encontrar precisamente en la acción ambiental al mejor colaborador posible.
Antequera como espacio físico extraordinario, lo es para nuestra relación con los demás y con el entorno. Todo ello nos marca a título personal y nos identifica y familiariza para generar el paisaje urbano. En éste, las áreas verdes y el árbol adoptan gran importancia, pues el árbol en particular marca el paso del tiempo y lo hace trasmitiendo de bella y pacífica forma el continuo e inexpugnable período biológico que nos acompaña y para, en este caso, perpetuarse con mayor longevidad que nosotros. Las anomalías climáticas, el empuje demográfico y el correspondiente incremento urbanizador, hace que crezca de igual forma la vulnerabilidad de nuestra ciudad. Sobre los que vivimos en zonas urbanas y periurbanas, de forma pormenorizada tenemos expuestos en distintos trabajos científicos, cuáles son las patologías y riesgos inherentes del modo de vida que acarreamos. Sirva como dato el reflejado por la OMS y que sitúa al 80 por ciento de la población urbana expuesta a niveles descontaminantes que superan los límites recomendados, por ello cada año y como mayor riesgo ambiental para la salud, la contaminación del aire por altas concentraciones de partículas pequeñas y finas, es causa de más de treinta mil muertes prematuras en España.
Y en todo esto, ¿qué papel puede jugar el árbol como mitigador? Pues no siendo una respuesta fácil, cada día se tienen más evidencias científicas que nos disponen al árbol como un gran valedor, pues a las consabidas virtudes de ser purificador y proveedor de oxígeno o darnos sombra, se contrastan beneficios cuantificables en aspectos medio ambientales y sociales de primer orden que se acompañan además de una productividad económica y desembolso que insisto es medible. Así, es probado que disminuyen los contaminantes atmosféricos, absorben carbono y reducen la temperatura, tienen efectos climáticos de mitigación, conservan agua y evitan la erosión, son un buen recurso en la corrección de impactos acústicos, aumentan la biodiversidad, dan valor a la propiedad o reducen la criminalidad, son un potente recurso contra el estrés, la salud mental y física y para más énfasis, además suman beneficios económicos. Entiendo que este nuevo tiempo invita a obtener compromisos para alcanzar actitudes positivas que ya se han puesto en acción en otras ciudades.
En éstas se han promulgado normas y criterios como condicionantes que han de reunir las zonas verdes y arbolado urbano y para un período no menor, o sea, trabajar con planes a largo plazo que establezcan garantías de confort y calidad de vida.
Antequera guarda además ciertas características urbanas e históricas que la hacen aún más meritoria de este proyecto, en ello pueden ser buenas y viables algunas de las metodologías e ideas que se debatieron en el último foro mundial sobre los bosques urbanos. De ellas especialmente creo que son asumibles todas aquellas actuaciones y sobre todo las micro, que converjan en el reverdecimiento del núcleo urbano. Aquí el árbol es la columna vertebral sobre el que cimentar un cambio que de igual forma ha de amparar un consumo ciudadano responsable en conocimiento, madurez y que proveerá además de una mayor resiliencia.
Mi pronunciamiento para el necesario e imperioso avance, abarcaría estos bloques básicos.
Punto uno: transformar Antequera en una urbe biofílica y resilente
Mediante la implementación de elementos del sistema de infraestructuras verdes.
Se aumentaría la superficie verde lo que supone mejorar de forma integral la funcionalidad ambiental, social y ecológica.
Aumentar en número y diversidad biológica los ejemplares arbóreos presentes en el medio urbano y los espacios verdes.Inserción en el vial urbano con imposibilidad de integración arbórea de sistemas arbustivos.
Aumentar la trama verde en la renovación y rehabilitación de edificios mediante el estímulo e incentivo de cubiertas verdes y verticales.
Punto dos: renaturalizar la ciudad en el objetode mitigar la isla de calor
Producir una biodiversidad que concrete un desarrollo de paisaje más humanizado y asentado sobre las estructuras naturales y culturales con que contamos.
Aumentar la permeabilidad del suelo y la presencia de vegetación en la renovación de los viarios y plazas y en detrimento de las plazas duras.
Revalorizar espacios vacantes y marginales sin uso definido dentro de la trama urbana consolidad mediante medidas adecuadas de diseño y gestión entre las que se incluyen el desarrollo de huertos urbanos que favorezcan la biodiversidad.
Punto tres: interconexión de las distintas infraestructuras verdes
El diseño de las infraestructuras verdes debe ser inclusivo, atractivo y verde para no solo reconectar a las personas con la naturaleza, sino también entre ellas.
Generar una “orla” contemporánea que en continuidad heterogénea, intacta e interconectada nos permita a no más de 20 minutos desde cualquier punto de la ciudad adentrarnos en ella.
Orientar la gestión de los espacios verdes urbanos hacia Soluciones Basadas en la Naturaleza y formas de gestión más eficientes en el uso de recursos.
Punto cuatro: eficiencia energética y estímuloseco ambientales
Supresión de combustión fósil en los equipamientos verdes y aprovechamientos de la biomasa, estimular la avifauna y la presencia de insectos auxiliares. Implementación de sistemas de riego inteligentes y aprovechamientos hídricos de aguas excedentarias y depuradas, en riego localizados. Establecer políticas que incentiven la siembra privada de árboles.
Según lo acaecido en el primer Foro mundial sobre los bosques urbanos, con la implementación de éstas que reseño, nos encaminaríamos hacia una Antequera más verde, feliz, fresca, silvestre y limpia. Hemos de ser cuidadosos a la vez que ambiciosos para sin temor a seguir disfrutándola en su inimitable esencia, dotarla de la mejor calidad ambiental posible. Es mi contribución al nuevo tiempo, sean felices.