Los pilotis, la libre fachada, la terraza habitable… ¿Tendrán alguna relación con la construcción de los dólmenes? Suponemos que no. Sin embargo, no sería nada de extrañar que, a pesar de la enorme distancia entre unos tiempos y otros, de más de 4.000 años, la inspiración, el sueño, la sorpresa… inundara su corazón y su mente.
Dicho esto, también he de mencionar mis reflexiones a partir de aquellos aspectos que me enseñaron en mi época universitaria; sobre mis propios orígenes en los estudios de arquitectura y de los orígenes de la construcción, que es lo que en realidad sorprende sobremanera. Nada de lo que el hombre transforma, modifica o elabora es casual. El ser humano, en su búsqueda constante, desde su razonamiento primitivo, ha procurado asegurarse la permanencia y subsistencia vital. Ha procurado igualmente trascender lo elemental del proceso con una clara voluntad simbólica. Así es que en los sucesivos pasos dados desde su hábitat en la cueva, pasando por la cabaña, ha perpetuado su inquietud transformadora del medio natural en sus construcciones.
Es por ello por lo que en alguna ocasión en que he propuesto la elaboración de una “guía de arquitectura de Antequera”, al igual que ya existe de otras ciudades principales de Andalucía, he considerado comenzar el catálogo por el origen: los dólmenes prehistóricos. Iniciar el estudio de sus monumentos construidos por aquellos que son los más antiguos y primitivos. Nada de ejemplares arqueológicos, sino construcciones perpetuas a través del tiempo transcurrido. Nada de restos, sino construcciones vivas, aunque dormidas. He mencionado en alguna visita realizada al dolmen de Menga mi punto de vista sobre las características de sus elementos y sistema constructivo. Hemos tenido conocimiento, y en el centro de interpretación existente en el complejo, se enseña a través de vídeos y representaciones, de su proceso y pasos dados hasta culminar su existencia. Pero esto no ha hecho sino avivar en mí, imaginar como reflejo de los mismos ojos corbusianos, el sentido vanguardista del sistema constructivo: donde pilotis, ortostato; donde vigas, piedras de cubierta; donde terraza, túmulo; y finalmente, donde arquitectura, eternidad y perpetuación. Y es que, quizás, no hemos inventado nada pues ya todo existía. Adolf Loos, en su inquietud, renegaba del ornamento para conquistar un futuro moderno, pero no veía esos ortostatos. August Perret, inventaba nuevos materiales pétreos como el hormigón armado, pero no adivinaba las distancias a salvar con piedras de cubierta de 150.000 kilos de peso.