Mucha razón tiene nuestro periódico en 1923 cuando tras pasar las fiestas de Carnaval de hace 100 años, escribe: “El Carnaval ha subsistido a través de los siglos, y subsistirá, en tanto haya juventud…”. ¡Razón no le falta!
La muestra de ello es que sigue siendo una de las fiestas fuertes para niños, adolescentes y jóvenes, muchos de los cuales arrastran a los ya no tanto, para que el Carnaval siga en Antequera y ahora, tenga más auge.
El Carnaval de 1923 en Antequera no pasó por malos momentos, sino que como resume nuestro periódico “De haber dispuesto la actual Corporación, presidida por el señor Casco García, de tiempo, seguramente que el Carnaval en Antequera, habría sido muy otro de lo que ha sido”, y añadía que seguro para el próximo año mejoraría. El primer edil había accedido a la alcaldía en octubre del año anterior, es decir, cuatro meses antes, tiempo en el que se ocuparon de organizar y centrarse más en la Semana Santa, para lo que a principios de ese 1923 habían creado una Comisión de Festejos en la actual Corporación, pero habían dejado un poco más de lado el Carnaval.
A pesar de estas circunstancias, las fiestas se vivieron, siempre cumpliendo con las ordenanzas municipales, que iban desde el uso de las máscaras hasta el anochecer y no llevar armas, “aún cuando el traje lo requiera”; hasta evitar trajes indecorosos o en referencia a la autoridad, evitar escándalos o como señalaba uno de esos artículos a cumplir: “Las estudiantinas, mascaradas y comparsas han de solicitar previamente el permiso al Sr. Alcalde, a quien presentarán una copia de las copas y cantaras que hayan de ejecutar, las cuales no podrán ser cantadas sin autoridades”.
Aquí reproducimos esta letrilla titulada “Mascarada” publicada en nuestra edición del 11 de febrero de 1923 que firmó S. Rodríguez-Ramos:
“Tu risa tentadora,
tu mágico disfraz de tonos rojos,
la fuerza misteriosa de tus ojos,
la danza encantadora,
tu garganta ambarina,
tus manos y mis manos enlazadas,
las flechas del Amor simbolizadas
en una serpentina…
Al mirarme en tu cara,
y en un momento de ventura loca,
sin saber como fue, besé tu boca,
que ojalá no besara…
Creció en mí el embeleso,
y en tanto que la música vibraba
y el antifaz tus ojos me ocultaba,
yo te robaba un beso.
La fiesta discurría
en medio de una báquica algarada,
tocaba ya a su fin la mascarada,
se aproximaba el día.
Cogidos de bracero
recibimos las auras matinales,
y hablando de promesas pasionales
seguimos un sendero…
Al borde de un camino,
y al pie de aquella acacia evocadora,
me brindaste tu boca seductora,
tu cuello nacarino.
Más tarde amanecía,
y al reparar la luna en nuestro anhelo,
en busca de un nublado cruzó el cielo,
y después se escondía…”