La primitiva Feria de Antequera tenía los puestos de mercancías y similares, en las aceras de la Cruz Blanca y de la calle Lucena, hasta Madre de Dios, en cuya esquina achaflanada había una fuente de agua.
El crecimiento de Antequera y su Feria, fue «mudando» esos puestos a la calle Infante, desde Comedias hasta San Luis, y más adelante, hasta la Alameda, donde se sucedían puestos de quincalla, de baratijas, las manzanas bañadas en caramelo rojo, o las no menos dulces figuritas de gallos, sujetos con un palito; o los puestos de chumbos, turrón, los velones de Lucena, encajes y los que eran nuestro sueño, los de los caballitos o los toritos de cartón, los camiones de madera, las muñecas con sus vestiditos planchadísimos y sus peinados engominados…
Las calles, antes de ponerse los alumbrados especiales, se cubrían con cuerdas que sujetaban banderines de llamativos colores, todo lo cual conducía hasta el llano del Cuartel, en la que se instalaban los primeros puestos de maquinaria y los circos –se llegaron a juntar hasta tres–, mientras los «cacharritos» se instalaban en «El Llano»… encontrándose en medio el Paseo, en el que por las noches la Banda de Música ofrecía soberbios conciertos, dirigidos por el maestro Mohedo, ya pasodobles o páginas gloriosas de la música clásica, sin que faltara, para deleite de grandes y chicos, «El Sitio de Zaragoza» o la «Leyenda del Beso»…
Al fondo, «La Negrita», con un precioso kiosco –por cuyo derribo no se protestó tanto como ahora se protesta por otras cosas– y entre dos enormes palmeras se colocaban mesas y sillas para oasis de paz para quienes huían del ruido inmenso de la Feria…
Desde el llano, la Feria se trasladó no a donde hoy está el Parador de Turismo. Ocurrió que tras gastarse un dineral en el terreno resbaladizo, arquitectos del Ministerio, lo eligieron para el Parador que el Príncipe don Juan Carlos, ante nuestra indicación de lo necesario que era y de que su abuelo había inaugurado el vetusto Albergue, nos aseguró empezaría antes de un año, en presencia del alcalde Paco Ruiz y Joaquín Moreno, cosa que se cumplió… como palabra de Rey.
Y bajó un poco el real, aproximándose a Los Colegiales y desde allí a esa maravilla de emplazamiento que hoy disfrutamos.