El pintor antequerano José Medina Galeote ha sido el elegido para engalanar el flamante museo estrella de Málaga, el Centre Pompidou, con motivo de su primer aniversario y gracias a la iniciativa del Málaga de Festival (MaF), actividades paralelas al Festival de Cine de la ciudad, inaugurando la misma el pasado jueves 31 de marzo. Todo un reconocimiento para el artista al que se le ha encomendado la compleja tarea de actuar sobre el espacio principal del museo: su gran escalinata. En ella, Medina ha desarrollado una obra titánica, compleja, imaginativa, inteligente, sensible y delicada, respondiendo al gran reto superando todas las expectativas.
Un nutrido grupo de antequeranos, con el Alcalde a la cabeza, estuvo presente en la inauguración el jueves 31 de marzo de la intervención de Medina Galeote en el Pompidou, demostrando que él sí es profeta en su tierra. Su obra hace mucho tiempo que obtuvo un reconocimiento internacional gracias al éxito recabado en exposiciones en diversas galerías europeas, siendo la obra inaugurada en el museo malagueño una plena constatación de ello.
Su extrema y sensible inteligencia plantea una obra titulada “Notre avenir est dans l’air”, que llena los más de 300 metros cuadrados de pared que delimitan la escalinata del Museo. Partiendo del cuadro homónimo de Pablo Picasso, Medina tatúa en los muros una bandera francesa: rojo, blanco y azul, que pronto se deshace en nuestra mirada dando paso a un universo íntimo y propio del artista con referencias a sus camuflajes, sus fetiches, nuestro país vecino, nuestro pintor más internacional, Picasso y nuestra capital, Málaga. De este modo, en esta obra titánica, concebida con esfuerzo y tesón, pero parida con delicadeza extrema, el artista hace un ejercicio de coherencia al servir al fin encomendado desde su lenguaje propio, ya maduro y extremadamente seductor.
Un recorrido por esta intervención
Recorrer con la mirada los itinerarios mentales del artista es un ejercicio profundamente placentero, descubriendo objetos y conceptos en el continuo seductor piélago de trazos y gestos que se encaraman por los muros. Referencias a 1912 –año en que Picasso pinta el cuadro que sirve de punto de partida para la obra– conviven con elementos mecánicos, o con referencias al mar que baña la ciudad, y con multitud de imágenes icónicas: la Tour Eiffel, casas, ojos que miran al espectador, ruedas, castilllos y un sinfín de elementos más.
En definitiva, la obra se articula como una extrema cantidad de historias que se narran siguiendo hilos que se superponen y enmarañan, generando un continuo aturdidor, denso y embriagador que toma forma de bandera y tapiza el espacio. Se trata de una obra que permite multitud de lecturas, desde la simple, gozosa y rápida hasta la densa, curiosa y descubridora. Es por ello que el artista despliega su arsenal de recursos para crear un pieza tan elegante como inteligente y tan atractiva como densa.
Medina hace quizá su obra más arquitectónica: da una nueva forma a este espacio, destacando el aire encerrado entre estos muros, haciéndolo protagonista y contenedor de sus historias y su mundo propio. “El futuro está en el AIRE”, escribe en un rincón de su obra, con la palabra “AIRE” en mayúsculas, porque lo redefine espacial y conceptualmente. Volando entre sus historias, el espectador –que, en esta obra, es mucho más que eso– se embriaga de aire renovador y fresco y se prepara para entrar en el museo. Medina sirve de prólogo a Picasso, Matisse, Brancusi o Giacometti. Enhorabuena José.
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