Cuando admiramos y presumimos de patrimonio, se debe no solo a quienes lo construyeron, sino a los que, generación tras generación, lo vienen manteniendo. Desde el 29 de septiembre por su jubilación, Antequera pierde a una persona que se ha encargado de mimar los trabajos de forja (barandillas, puertas, veletas) de nuestra ciudad, Rafael Torres Rubio.
Añora los buenos años de las escuelas taller “en los que enseñábamos a los jóvenes a oficios artesanales que se estaban perdiendo”, y ahora si no se recuperan, en años habrá desaparecido un don que puede tenerse en falta a la hora de mantener el patrimonio del pasado.
Rafael Torres Rubio pasa a la reciente historia de la ciudad por ser uno de los últimos maestros de la forja artesanal, por cuyas manos han pasado los proyectos más destacados de la restauración del patrimonio local durante los últimos años.
El 29 de septiembre dejó su trabajo municipal en los Servicios Operativos, tras 54 años trabajando, 32 de ellos en el Ayuntamiento. Su familia le ofreció el 8 de octubre un homenaje-sorpresa en el Hotel-Restaurante Lozano.
Conocido por “Cañamas” por “mi abuelo creo, realmente no sé lo que significa, mi padre no me lo explicó, pero creo que es porque se dedicaba a cortar cañas para los blanqueadores y siempre estaba cañas para arriba y cañas para abajo”.
Nació el 4 de diciembre de 1952 en la calle de los Hornos, hijo de Rafael Torres Núñez y Dolores Rubio Espinosa. “Mis padres trabajaban en la fábrica de mantas de la Ribera, mi padre se dedicaba a pintar la lana”.
Empezó a trabajar con 12 años “en una carpintería en la calle del Obispo, en el verano del 65 por lo que no volví a la escuela, al León Motta que es donde empecé a estudiar”. Casado con Milagros García Veredas, tuvieron dos hijos y disfrutan de sus cuatro nietos.
Sus primeros trabajos fueron “en el taller con mi tío Diego Torres Núñez, con él estuve hasta que cerró en el 86, y al poco tiempo me fui de maestro a la escuela taller y cuando se quitó me fui al Ayuntamiento”.
Toda una vida dedicada a la forja “donde he fabricado, elaborado y restaurado objetos, en caliente y martilleando, jugando con la deformación de los objetos para darle el valor final del trabajo”.
Restauración de la forja monumental, entre ella “El Angelote”
Toda su vida a golpe de martillo, ha creado maravillas, basándose en los modelos antiguos que apenas se conservaban: “Mi labor ha sido la de restaurar las piezas deterioradas con el paso del tiempo, mucha de las veces quitándoles los añadidos, en muchas otras veces, haciéndolas de nuevo porque se habían perdido o estaban en muy mal estado”.
Cuando pasee por la ciudad, al ver “la mayoría de los pasamanos, cierros, norias, veletas, cancelas o verjas”, piense que han pasado por sus manos. Le preguntamos que nos detalle las primeras que recuerde y nos enumera: “¡Cuáles te digo, he realizado tantas! Por decirte algunas: las veletas de Jesús, las de la Casa de las Torres, el pasamanos de la Biblioteca, la corona del lucernario de San Juan de dios, las verjas del Corazón de Jesús, o la noria del Polígono”.
Si tuviera que destacar uno de sus trabajos: “Sin duda, “El Angelote”. Me acuerdo cuando tu padre me preguntó si tenía la Reliquia de Santa Eufemia, y le dije que por supuesto y que se la habíamos dejado en el mismo sitio. También cuando me dio el periódico que salgo yo en la portada y metió un papel del Sexto Centenario junto a un escrito del Ayuntamiento que quedó dentro en un canuto para que quedara para la posteridad”.
“Se le hicieron dos zapatos, tenía nidos por dentro y cuando se quedó en el esqueleto vimos que estaba hecho de pedazos de pletinas de todas clases, hasta la chapa de cobre es lo que lo cubre, tenía hasta orificios de tiros y restos del dorado antiguo”.
Y ahora…
Aún no se cree que se haya jubilado. Sigue despertándose a las siete y saliendo a la calle antes de las 8. “Me tendré que acostumbrar… y tendrá más tiempo para mis hijos, pero sobre todo para mis nietos… y para escuchar Medina Azahara, ¡que me encantan!”.
“Me voy sabiendo que si no se recuperan las escuelas taller o los ayuntamientos contratan a maestros de la forja, como de la cantería… estos oficios se perderán y no se podrán mantener nuestros monumentos”.
Cuando pasee la próxima vez por Antequera y vea una veleta, una barandilla o un trabajo de herrería… ya sabe quién lo ha conservado estos últimos años… Rafael Torres Rubio, quien se jubila y deja todo un trabajo callado.