Con 31 años recién cumplidos, Juan Antonio Castillo Morillo es un militar de carrera antequerano que está actualmente en misión de paz de la ONU en la frontera entre Líbano e Israel, en Ghadjjar.
Ingresó en el Ejército en 2005 y desde entonces ha ido formándose en su carrera, participando en su primera misión humanitaria fuera de España, dejando provisionalmente su puesto de sargento de Infantería Acoraza/Mecanizada de la Base en Cerro Muriano en Córdoba.
Prevé regresar a final de mayo. “Lo primero que haga cuando llegue a Antequera es desayunar un buen mollete, me da igual que sea con jamón, aceite o zurrapa…”.
Desde final de año se encuentra en el sur de Líbano, cerca de la ciudad de Marjayoun, en un pequeño pueblo llamado Ghadjjar, próximo a la conocida militarmente como la “Blue Line”, la línea fronteriza entre Israel y Líbano, formando parte del contingente español desplegado en la zona.
Forma parte de la UNIFIL (United Nations Interim Force In Lebanon, Fuerza Interina de Naciones Unidas en Líbano, FINUL). Desplegada en 1978 por la ONU y reactivada en 2006 al reiniciarse las hostilidades y por la Resolución 1701, dictada por el Consejo de Seguridad, se ampliaron los efectivos y España lidera una de las dos brigadas multinacionales.
La ‘Línea Azul’ es zona de alto el fuego, no siendo reconocida como frontera internacional, pero se vigila para que se respete. “Lo hacemos vigilando la zona de día y de noche mediante patrullas, controles o puestos de observación”.
Castillo está en esta zona por ser de la brigada “Guzmán el Bueno X” que es “formadora del contingente de BRILIB XXVI, y al estar mi unidad encuadrada en ella, pedí voluntariamente la participación en esta misión junto a mis subordinados y jefes que formamos la Unidad, ya que a la hora de la selección de personal, siempre hay gente disponible para el despliegue en zona”.
Su labor en la zona de guerra dentro de su batallón está enmarcada como jefe de pelotón, “lo primero es velar por la seguridad de mi gente, ante cualquier decisión que pueda tomar”. La labor de su grupo “es monitorizar y controlar la zona de responsabilidad asignada, para evitar que se produzca cualquier tipo de incidente por ambas partes, velando por la resolución anteriormente nombrada”.
También participan en actividades cívico-militares a la población local, “desde actos benéficos en los que participamos, pasando por el Programa Cervantes, en el que los propios militares realizamos actividades desde visitar colegios y poblaciones de nuestra zona de responsabilidad, para impartir clases de español y acercar nuestra cultura a la población local”.
También contribuyen a la mejora de las infraestructuras de la zona, buscando una mejor calidad de vida de la población local. “Se trata de favorecer el desarrollo para que vuelvan a tener una vida normal. Todas estas actividades cuentan con el apoyo de las autoridades locales”.
Espera volver a final de mayo
Se encuentra en la parte final de su misión: “Si Dios quiere, a finales de mayo estaré aterrizando en España. Llegaré a tiempo para la Feria de Primavera, si todo va bien”.
Aunque vive en una zona no beligerante, siempre hay temor. “No hay un peligro catalogado como tal, ahora mismo la zona está en una “calma tensa”, como solemos decir entre los compañeros”.
La seguridad vial es una de sus prioridades: “Lo que sí tenemos que estar muy atentos es a la seguridad vial de Líbano, ya que no es igual a la de España, aquí la legislación es distinta y la manera de conducir de la población local, deja mucho que desear”.
Se sienten muy bien acogidos por la población local quienes ven en ellos la esperanza del futuro y de volver a la normalidad: “Ellos lo que quieren es paz, poder prosperar con sus negocios y familias. Realmente quieren dar carpetazo a tiempos pasados evitando confrontaciones antiguas”.
Se muestra cauto por el peligro que puede aparecer en segundos: “Nunca debemos confiarnos, ya que estamos instruidos y adiestrados para afrontar cualquier tipo de situación. No gozamos de la seguridad con la que se vive en España, por muy tranquila que esté la situación y como dicen mis compañeros del contingente de El Salvador, “Siempre pendiente y alerta”.
Viven cada día al pie del trabajo y de la alerta: “Cada día es un mundo, aunque sí tenemos unos ciclos marcados de trabajo. Normalmente se hacen guardias de seguridad de 24 horas en los distintos puntos que tenemos que controlar, también realizamos patrullas en la zona marcada por el Mando”.
También tienen su tiempo libre “para desconectar un poco, con nuestros compañeros, pasando nuestros ratos en el gimnasio de la posición, sala de juegos de ping pong, billar… o tan solo con unas partidas al Risk, nos basta para echar unas risas”.
Contacto con España
Estar fuera de su país y en una acción militar en una zona de conflicto no significa para él tener miedo: “Miedo, realmente no; solo respeto por el lugar donde nos encontramos”.
Es la tranquilidad que quiere exponer a su familia: “El Ejército y la ONU nos facilita mucho en ese aspecto y es preocupación del Mando, que haya constante contacto con la familia. Bien a través de una simple vídeo-llamada de Skype o whatsapp, contando con conexión wi-fi y también con cabinas telefónicas donde gratuitamente podemos llamar a casa ilimitadamente”.
Aunque su misión está para acabar, sabe que allí deja el problema y serán otros los que cojan su sitio. “Ésta es mi primera misión en Líbano, yo desde mi punto de vista lo veo esperanzador, además compañeros que ya han desplegado anteriormente lo corroboran, se ha visto el cambio en todos los aspectos del día a día, desde mejoras en la agricultura (motor económico de la zona) en viviendas, negocios…”.
Tras su misión, volverá a su base en Cerro Muriano. “En mi caso, si no hay ningún tipo de reestructuración, volveré a mi querido Carro de Combate Leopardo 2e, del cual soy jefe de tripulación”.
Allí se encarga del mantenimiento de su carro de combate, e instrucción en los distintos simuladores con los que cuentan. Es un paso más en su carrera donde no tiene su sueño ni meta militar aún: “No lo tengo definido en sí, intento instruirme y mejorar en el día a día, intentando formarme con todos los cursos de perfeccionamiento a los que puedo acceder, aprender las cosas buenas de los que me preceden. Y dejando, o al menos eso intento, el pabellón bien alto por donde paso”.
Estar en Córdoba y ahora en Líbano le lleva a añorar a su Antequera: “Como es normal, a la familia, seres queridos, entre ellos mi novia, que es nuestra primera experiencia de vivir la relación a distancia, la cual está siendo una campeona y me apoya en todo”.
De Antequera: “Echo de menos muchísimas cosas, ya que soy una persona que aunque haga mi vida en Córdoba, casi todas las semanas saco mi hueco para volver a casa de mis padres y estar por Antequera. Lo primero que haga cuando llegue a Antequera, y llegaré con hora de ello, es desayunar un buen mollete, me da igual que sea con jamón, aceite o zurrapa… pero es una de las cosas que más extraño”.
Semana Santa ha sido muy dura el vivirla sin estar “en esos momentos en la iglesia del Carmen, de Tú a Tú con tus Sagrados Titulares, concretamente con las dos advocaciones marianas, mi Virgen del Carmen y Nuestra Señora de la Soledad”.
Así es la vida en Líbano del joven militar antequerano Juan Antonio Castillo Morillo, quien con tan solo 31 años, vive su primera experiencia militar como “casco azul” de la ONU en una misión de paz entre Líbano e Israel, en uno de los muchos conflictos abiertos el mundo que precisan de la acción internacional para poder recobrar su normalidad y no volver a las armas.