Continuamos esta semana repasando los principales aspectos que se deben tener en cuenta para conocer y entender las hernias y la protrusión discal.
¿Qué es una hernia discal sorda?
Es aquélla que pese a tener una clara hernia discal, ésta no da síntomas, por lo tanto podemos tener una hernia discal y no tener ningún dolor producido por ella.
Este es el caso anteriormente citado. Hay pacientes que pese a tener una o varias hernias discales nunca han tenido problemas. Esta hernia discal ha sido descubierta por casualidad…
Es importante comentar que aunque tengamos la existencia de la presencia de una hernia o protrusión discal, ésta no debe necesariamente provocar dolor. Aunque en la mayor parte de casos pueda ser el motivo principal de dolor, no hay que descartar otras posibles causas. Ésta suele ser el motivo principal de fracaso en las intervenciones de hernia discal.
¿El tratamiento de una protusión discal,
es el mismo que se aplica para una hernia discal?
En principio el tratamiento será el mismo, fisioterapia, ejercicios en agua y otros que ayuden a fortalecer los músculos del área pélvica y lumbar, antes de recurrir a la cirugía. Esto es debido a que en ambos casos el origen del problema es el mismo. En el caso de la hernia el problema lógicamente es mayor.
¿Es más fácil tratar una protusión que una hernia discal?
Al tratarse de un problema menor la recuperación debe de ser más rápida; esto no quita a que se dé un caso como el anteriormente citado y su respuesta sea más lenta.
¿Cuál es la causa que puede producir una hernia discal?
La hernia discal es una lesión mecánica de la columna vertebral, en ocasiones un bloqueo en la zona lumbar puede ser el desencadenante, o incluso este bloqueo se puede presentar en otra estructura. Aunque el caso más común es el producido por realizar sobre esfuerzos.
– Traumatismos que lesionan el disco intervertebral, caídas, o accidentes que provocan directamente el desplazamiento del núcleo pulposo, y como consecuencia a este desplazamiento. Se origina la rotura de las fibras del anillo fibroso, produciendo así la hernia discal.
– Posturas o movimientos inadecuados, repetitivos con carga que provocan microtraumatismos sobre el disco. Estas posturas inadecuadas, producen una inestabilidad en la articulación pélvica.
– Disfunciones somáticas o lesiones osteopáticas que comprometen a medio o largo plazo al disco intervertebral.
– Exceso de peso corporal, produciendo mayor presión en el disco, comprimiendo así el nervio.
– Repetidos movimientos de flexión-extensión del tronco, con carga de peso.
– Por movimientos repetidos de rotación, esto provoca un pinzamiento del disco.
– Por degeneración o envejecimiento articular.