La magia de la historia de las ciudades se encuentra plasmada en las leyendas que se han ido contando de padres a hijos, entre familias, de forma escrita y por tradición oral. Y Antequera no se queda atrás. Son muchas las que se conocen; algunas de ellas se desarrollan en distintas versiones que varían algún nombre, algún detalle, pero todas coinciden en el fondo: la singularidad de la leyenda. La Peña de los Enamorados y la época de la Reconquistason la base de las leyendas de Antequera, muchas de ellas recogidas por Ángel Guerrero en estas páginas.
· Salga El Sol por Antequera. Corrían los inicios del siglo XV y Antequera estaba bajo el poder musulmán. Las tropas cristianas venían del centro de la Península para reconquistar sus tierras. El Infante Don Fernando de Aragón dudaba qué tierra tomar. La noche del 10 de abril de 1410, se le apareció una joven resplandeciente rodeada de leones y le dijo: “No temáis, que nos Salga el Sol por Antequera y que sea lo que Dios quiera”. El Infante, junto a sus tropas, no dudó y fue a por Antequera. La joven que se le apareció fue Santa Eufemia, virgen y mártir calcedoniense, que fue designada divinamente como Patrona de la ciudad de Antequera, meses más tarde, el 16 de septiembre de 1410, fecha que destaca por varios desenlaces en torno a la noche mágica e inolvidable de las candelas. El pintor local Antonio Reyes Machuca pintó un lienzo que forma parte del Museo de Santa Eufemia.
· La Peña de los Enamorados. Era Antequera límite fronterizo de la España cristiana con la musulmana en la Edad Media. Un joven cristiano, Tello, cae prisionero en una localidad próxima. La hija del mandatario moro de esa localidad, Tagzona, va por curiosidad a los calabozos en los que se encuentra con el apuesto guerrero. Ambos, de una sola mirada, única, caen enamorados y deciden marcharse, ya que por aquellos siglos, no se les permitía contraer matrimonio a parejas de distintas creencias.Aunque escapan de la cárcel, son descubiertos por los guardias que, con el padre de Tagzona al frente, salen a su captura. El desafío se va perdiendo, los moros se acercan. Llegan a un peñón en las cercanías de la ciudad de Antequera, decidiendo subir por él. Ya en todo lo alto, los arqueros del padre musulmán apuntan a los jóvenes. Ambos se miran, se cogen de la mano, y se colocan al filo de la cima. No tenían escapatoria: rendirse, ser capturados y separados. Pero no; Tello y Tagzona, unidos por sus manos, vuelven a mirarse fijamente y se despeñan, saltando al vacío. Prueba clara en la que se demuestra que el amor no tiene límites, ni los de las creencias ni las imposiciones familiares. Este romance les sonará porque en el fondo es similar al Romeo y Julieta de William Shakespeare, pero de mucho antes, ya que el descubridor Cristóbal Colón, en su diario de a bordo en su viaje a América, cita que encontró un peñón “similar al de los Enamorados de Antequera”.
· El Gran Capitán gana su última batalla desde Antequera. Era alcaide de Antequera un miembro de la Casa de los Aguilar, sobrino de don Gonzalo Fernández de Córdoba «El Gran Capitán», motivo por el cual, don Gonzalo, se encontraba en Antequera. Y sucedió que Francia, celosa del poderío que iba tomando la España de los Reyes Católicos, sobre todo a raíz del Descubrimiento de América, amenazó al Papa con invadir Roma, y adueñarse de varias posesiones españolas. La respuesta de Don Fernando y Doña Isabel, fue contundente: acudir al Gran Capitán. Gozaba éste de una extraordinaria fama no sólo como hombre valiente, decidido, incansable, que había ganado precisamente en Italia memorables batallas, como las de Ceriñola y Garellano, pero también de que cuidaba a sus soldados al máximo, siendo éstos quienes le adjudicaron lo de «GRAN» Capitán. El caso fue que don Gonzalo, mandó proclamar a los cuatro vientos que estaba formando un ejército para acudir en auxilio del Papa, gran aliado de España, en una época en que, aparte de su poder religioso, el Papa disponía de ejército. La respuesta fue espectacular y en los alrededores de Antequera se concentró tal cantidad de soldados, dispuestos a embarcar desde Málaga hacia Roma, que teniendo conocimiento los franceses de la armada dispuesta, decidieron, de motu propio, retirar sus amenazas y dejar las cosas como estaban. España y Don Gonzalo –«El Gran Capitán»– habían ganado una batalla, que sería la última de su vida, desde Antequera y sin necesidad de moverse de ella. Por cierto que, cuenta la leyenda, que se originó aquí, aquello tan célebre de «las Cuentas del Gran Capitán» y es que los Reyes habían enviado fuertes provisiones de dinero para pagar el Ejército organizado por don Gonzalo. Pretendió don Fernando que, puesto que no había habido necesidad de luchar, le fuera devuelto todo el dinero, a lo que don Gonzalo respondió que no, que él había prometido pagar a sus soldados y que, aunque no fuera todo lo prometido, habría de pagarse al menos algo para compensar la venida desde tantos sitios.
· El Abencerraje. Trata de la historia del moro Abindarráez y el cristiano Rodrigo de Narváez, cuando tras la toma de Antequera y antes de la conquista de Granada, el moro Abindarráez, noble y heroico abencerraje granadino, se dirige a casarse en secreto con la hermosa Jarifa. Pero antes de su intento, cae prisionero de Rodrigo de Narváez, alcalde de Antequera y Álora. Tras compartir con él su pretendido romance, Rodrigo de Narváez, le concede la libertad para que pueda ir a casarse con Jarifa, a cambio, de regresar a su prisión después. Así lo hace, y su ya esposa le implora que no regrese, pero él mantiene su palabra y va en busca de Narváez, quien intercede para que el padre de Jarifa les perdone y les deja libres, triunfando el amor. El propio Miguel de Cervantes recoge esta hazaña en “El Quijote”.
Por enumerar otras tantas leyendas, existe la de la Fuente del Toro. Cuentan que esta fuente poseía en su frente un gran tesoro árabe. Los cristianos creyeron que se encontraba tras su frente, pero lo que significaba era que frente a la fuente había un gran tesoro: Antequera, como se puede admirar en el Mirador de las Almenillas. El escritor romántico Washington Irving la recoge en sus Cuentos de La Alhambra, y en su visita a Antequera estuvo en la Posada de San Fernando.Ahora que se ha reformado la Plaza de San Sebastián y el Arco del Nazareno, es bueno recordar su leyenda. A finales del siglo XVII, un hidalgo, Luis de Zayas, pese a estar casado, se enamoró de una bellísima novicia del Convento de la Encarnación. Intentó raptarla, entró al convento en busca de la joven religiosa, preparando su fuga con el apuesto caballero. Pero antes de salir del edificio religioso, “la monja, inmóvil, lloraba y gemía sin tregua, con sus ojos fijos en la imagen de María”, quedándose dentro, pero él se fue y “al cruzar la plaza, llamada hoy de San Sebastián, y llegar a la esquina de la calle Nueva, las fuerzas le faltaron y cayó desvanecido”. Al recuperar el sentido, fue en busca de su esposa para pedirle perdón que le concedió.
Él mandó construir el arco, que aún subsiste, a la entrada de la calle Nueva, y colocar sobre él, alumbrada perpetuamente por seis luces, la imagen de Jesús, que hizo pintar en la misma forma de la aparición. El caballero fue desde entonces modelo de piedad y caridad, y como penitencia, el caer la noche, vestido de toscas ropas de nazareno, se dedica a recorrer la ciudad, visitando a familias necesitadas y a pobres enfermos, para socorrerlos, y excitando a todos a orar ante el Señor del Dulce Nombre o Nazareno de la calle Nueva.O la del Cristo de los Avisos, donde un crucifijo avisó a un noble caballero antes de ser asesinado, pero éste no hizo caso y murió. Se conserva una capilla en la calle del mismo nombre, la del Nazareno de la Sangre…
Son muchas las leyendas que existen, con las que podrá disfrutar de su estancia, viajando en el tiempo y llegando a los tiempos alusivos a estas citas inolvidables en su visita. Y todas ésas, que forman parte de la tradición familiar, y de los barrios y templos, y seguro que les contarán en su visita a Antequera. ¡Descúbralas y déjese seducir por su magia!