viernes 22 noviembre 2024

Utopías

Cruzó las vías del tren cegado por la luz de un sol abrasador. Cerró los ojos mientras una bocanada de aire caliente golpeó su rostro con descaro.

El hombre pequeño quería cruzar al otro lado del mundo. Quería vivir en un lugar grande. Sí, ya sabía que no le pertenecía vivir allí, pero quería comprobar que de vez en cuando las utopías se hacían realidad. 

El hombre pequeño llegó a una calle grande, anduvo el inmenso amanecer de una avenida que no tenía límites. Transitó entre grandes coches, grandes anuncios, grandes bancos, que encorvaban sus enormes puertas al gran dinero, o las de restaurantes abiertas e impregnadas de olor a caviar, langosta y vinos espumosos, que pugnaban por salir de sus vidriosas botellas a cualquier precio.

 Alzó su pequeña cabeza y contempló la altura inconmensurable de los edificios. Gigantescos, grandes, ciclópeos. El hombre pequeño estaba angustiado. Se detuvo ante grandes escaparates repletos de célebres lujos con nombres propios. 

Comprobó que todo le venía grande. La acera, los semáforos, la justicia aplicada sin miramiento y mangas anchas para los grandes, o la política ensartada en picas de oro macizo bañadas en sudor de hombres como él. No le gustaron las grandes órdenes escuchadas al pasar, las burlas grandes y grotescas de las que era objeto y decidió volver.

Pero el asunto era que el hombre pequeño no sabía cómo hacerlo. No le bastaría deshacer el camino. Su compromiso duraría 24 horas. Así lo había pactado consigo mismo y ya se sabe que ser fiel uno mismo es lo más difícil que existe.

De repente, perdido en el marasmo de grandes ruidos de enormes pensamientos sin sentido, apareció un hombre mediano. Llevaba una coleta recogida en la nuca. Vestía una camisa mediana, unos jeans medianos y una sonrisa sin espasmos grotescos. 

– Se te ve perdido –le dijo al hombre pequeño. 

– Lo estoy, este mundo es demasiado grande para mí, ¿no te parece?
– Depende. Y el hombre mediano se encogió de hombros sonriendo. 
– Prefiero mi mundo pequeño. Ahora no sé donde está. Yo sólo pensé, que  las grandes ideas tendría la solución de mis problemas

– Pues adelante, pero ten en cuenta que los grandes poderes no tienen las ideas más trasparentes, por el contrario, en ellos, a veces habitan pensamientos opacos.

– Quería mejorar la percepción de mi vida – dijo el hombre pequeño. 
– Podemos, si quieres, buscarla juntos y mientras, hablamos de cosas normales, ni grandes ni pequeñas, ya verás cómo lo conseguimos. 
El hombre pequeño se sintió crecer.  Y vio que había alternativas de vida que no habitaban los extremos y se bañan en utopías que se llaman así, porque a veces surgen donde menos te lo esperas.
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