Sí, así solemos responder, con alegría, con entusiasmo, con ilusión… ¡Vamos a la Feria! Ir a la Feria es vivir episodios evocadores de nuestra infancia, de nuestra juventud. O por el contrario si se trata de los más jóvenes es disfrutar de una oportunidad novedosa con respecto al quehacer veraniego, o sencillamente tener la oportunidad de transgredir lo cotidiano.
Ken Follett, en su extensa novela “Los Pilares de la Tierra”, nos da una visión acerca de cuales fueron los primeros motivos para la celebración de las Ferias. En ésta ocasión la finalidad recaudatoria de la misma, pretendía que fuere la construcción de una Catedral. Hoy, casetas de feriantes, donde podremos encontrarnos con trozos de frescas frutas, turrones, almendras garrapiñadas, dulces nubes de atractivos colores, manzanas caramelizadas, etcétera. Todo ello ofrecido por feriantes con sonrisas dibujadas en sus rostros, ajenos a los problemas que les acucian a participar en las mismas.
Pero todos, feriantes y asistentes a la Feria, tienen a mi parecer un denominador común, todos han de realizar un esfuerzo extra. Han de poner una corona más grande en sus desarrollos para conseguir seguir pedaleando, cuando la pendiente a superar se nos pone más cuesta arriba.
Pero esto es así, el conseguir algo de felicidad mismamente, nos va a exigir un esfuerzo extra. Vivimos en una sociedad en la cual se nos vende, o asocia la felicidad con la comodidad, con la inactividad, con el… no me moleste que estoy estresado. Y a la hora de ponernos en marcha hacia la Feria, vamos a necesitar un esfuerzo extra.
Un esfuerzo físico, porque el verano invita a la siesta, no menos esfuerzo necesitan Ellas… que si la peluquería, las tareas domésticas que no permiten vacaciones, el vestido, buscar el calzado adecuado y su uso, maquillaje. Todo aquello que signifique el salir de la cotidianeidad nos va a exigir un esfuerzo de atención, el propio cambio de horario en el descanso y sueño. Pero a todo ello arremetemos con ilusión, es la Feria. Y en ella nos veremos abocados a conversar con aquellas personas que incluso ni las vemos regularmente. Como pasan los años, que extraño no conocía al tendero de los tomates… claro, en casa tengo trucado el espejo y no refleja la realidad de nuestros propios cambios, estos los vemos día a día y se notan menos, sí, sí, pero el consumo de champú para el pelo cada vez es menor. Bien, veámosle el lado positivo.