La música se mezclaba con el trajín de la cocina y la barra. La prisa fue una constante de la noche; la gente quería ser atendida con prontitud, por si escaseaba la comida. Y los refrescos y todo tipo de bebidas salían a gran velocidad de sus envases, para ser consumidos en el mismo espacio de tiempo. La noche serena y estrellada que invita a la poesía y al disfrute, nos regaló una suave brisa que alivió los calores de las planchas y mitigó los sofocos del esfuerzo de tantos voluntarios que fue lo mejor de la noche. Mucha gente anónima, intentando que las cosas sean de otra manera, es la riqueza mayor que tiene esta ciudad. Hay voluntarios de toda clase y condición, unidos en el deseo de hacer un espacio más justo y tolerante. Mayores y jóvenes, presente y futuro, apostando por las deficiencias que ven a su alrededor y mitigarlas. Así que la alegría y el bullicio se hicieron eco de tanta pasión y Tintín y su ordenador, llenaron de sones y ritmos nuestro precioso coso taurino. No faltó el folclore que llegó de la mano del coro rociero de la Virgen del Rocío, y nos reímos y sorprendimos con la actuación espontánea del Cabrero, bien intencionado y poco afortunado en el cante, no pasó desapercibido.