sábado 26 abril 2025
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La parábola de los “viñadores homicidas”

“Por eso yo os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se les dará a un pueblo que produzca frutos”

Maravillosa y preciosa podemos llamar a la parábola de los “viñadores homicidas”. Es un relato en el que Jesús va descubriendo con acentos alegóricos la historia de Dios con su pueblo elegido. 
A simple vista podremos decir que es una historia triste. Dios la había cuidado desde el comienzo con todo cariño. Era su “viña preferida”. Esperaba hacer de ellos un pueblo ejemplar por su justicia y su fidelidad. Serían una “gran luz” para todos los pueblos.

Sin embargo, aquel pueblo fue rechazando y matando uno tras otro a los profetas que Dios les iba enviando para recoger los frutos de una vida más justa. Por último, en un gesto increíble de amor, les envió a su propio Hijo. Pero los dirigentes de aquel pueblo terminaron con él. ¿Qué puede hacer Dios con un pueblo que defrauda de manera tan ciega y obstinada sus expectativas?

Los dirigentes religiosos que están escuchando atentamente el relato responden espontáneamente en los mismos términos de la parábola: el señor de la viña no puede hacer otra cosa que dar muerte a aquellos labradores y poner su viña en manos de otros. Jesús saca rápidamente una conclusión que no esperar: “Por eso yo os digo que se os quitará a vosotros el reino de Dios y se le dará a un pueblo que produzca frutos”.

Teólogos y predicadores han interpretado con mucha frecuencia la parábola de Jesús como la reafirmación de la Iglesia cristiana como “el nuevo Israel” después del pueblo judío que, después de la destrucción de Jerusalén el año setenta, se ha dispersado por todo el mundo.

Sin embargo, la parábola está hablando también de nosotros. Si, de los hombres y mujeres del siglo XXI. De los que estamos vivos en el mundo aunque involucrados en una cultura muchas veces de la muerte. Una lectura profunda, serena, honesta del texto nos obliga a hacernos graves preguntas: ¿Estamos produciendo en nuestros tiempos “los frutos” que Dios espera de nosotros: justicia para los excluidos, solidaridad, compasión hacia el que sufre, perdón…? ¿Os imagináis este texto leído con la ley del aborto de trasfondo?, ¿Cómo quedaríamos de retratados nosotros los cristianos?… ¿En qué lado nos tendríamos que posicionar: en el de los trabajadores de la viña, o en el de los… (¡Qué horror!). 

Dios no tiene por qué bendecir un cristianismo estéril del que no recibe los frutos que espera. No tiene por qué identificarse con nuestra mediocridad, nuestras incoherencias, desviaciones y poca fidelidad. Si no respondemos a sus expectativas, Dios seguirá abriendo caminos nuevos a su proyecto de salvación con otras gentes que produzcan frutos de justicia.

Nosotros hablamos de “crisis religiosa”, “descristianización”, “abandono de la práctica religiosa”… ¿No estará Dios preparando el camino que haga posible el nacimiento de una Iglesia más fiel al proyecto del Reino de Dios? ¿No es necesaria esta crisis para que nazca una Iglesia menos poderosa, pero más evangélica, menos numerosa pero más entregada a hacer un mundo más humano? 

¿No vendrán nuevas generaciones más fieles a Dios? Esperamos que sí, creemos que es cierto, porque Dios no se cansa de esperar… trabajemos mientras tanto en la viña del Señor. No nos cansemos de ser testigos del Reino de Dios, un reino que se basa en la paz, en la justicia y en el amor. Seamos consecuentes con nuestra vida cristiana y desde esa coherencia denunciemos las injusticias que se cometen en este mundo que es “La viña del Señor”.
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