No transcurre un solo día en que no se hable de un nuevo caso de corrupción. Parece que la democracia es un caldo de cultivo excelente para políticos con poca vergüenza. Si ellos son unos ladrones, los demás no tenemos que tener el menor reparo para llamarlos por su nombre. ¿Dónde fueron a parar las ideas, el altruismo, la lucha por las libertades y un suelo común patrio donde convivir sin abusos ni agravios?. En los primeros años de la andadura, tantos problemas y adaptaciones requerían la máxima atención y el prestigio y la honorabilidad eran consustanciales con el esfuerzo y la constancia para lograr el bien común. Hoy se vive con tristeza y cabreo la actuación de un número considerable de nuestros gobernantes. Todo anda confuso y no tardará mucho tiempo que para aclararlo surja una respuesta social que sorprenda a todos, incluso a quienes la hayan buscado.
Paralelamente al robo; los políticos han desarrollado una falsa cortesía y disimulo del “todo va bien” y el ciudadano que desee lograr algún favor, solicitud o petición, ha de ir de cantamañanas con una falsa sonrisa y haciendo todo tipo de quiebros casi reverenciales. ¡En frío y exigente a hacer puñetas! Pues también se va a ir al traste esa falsa hipocresía con la que los ciudadanos nos acercamos a nuestros representantes. Y ¡ojo! cuidadito con decirle a un político que ha metido la pata en tal cuestión. Pues se tienen que aguantar y las reverencias las van a hacer ellos si quieren conseguir los votos de la ciudadanía. Los votos van al alza, su cotización anda por las nubes y la única forma de estabilizarlos son las listas abiertas de los partidos. Única manera de enterarnos de todos los corruptos y de los que se permiten cobrarse los agravios porque el jefe les protege.