Caracterizando con la rotundidad y hermetismo de sus volúmenes la cuesta de Barbacanas, el Archivo Histórico Municipal se asienta en las fábricas rehabilitadas del pósito de la ciudad. Como arquitecturas del sistema de regulación de las “rentas del pan”, los pósitos eran graneros públicos dispuestos estratégicamente en la geografía cerealista del Antiguo Régimen. Sus construcciones responden a este cometido con robustos cuerpos para el almacenamiento del grano o del pan, y estancias para la administración y custodia de sus tributos y préstamos.
Modernizar no es aparentar o simular el aspecto de lo nuevo, sino fijar en las coordenadas arquitectónicas, en el espacio de los viejos edificios, un implante regenerador apoyando la transformación de la obra recuperada para la adecuación a los nuevos contenidos y usos. (Antonio Fernández Alba).
Éste de Antequera, barroco del siglo XVIII y con una de las implantaciones más peculiares de la provincia debido a la pérdida y ocupación ajena de parte de su parcela primitiva, presentaba en 1990 un estado de ruina casi completo en sus dos cuerpos exteriores, la gran Nave y la casa del Mayordomo, los más antiguos –del año 1733– y de mayor presencia urbana, apenas manteniendo el primero su semisótano de tres bóvedas, y el segundo, la fachada y la sólida caja fuerte. El tercer cuerpo, la Panera, interior y más tardío, conservaba íntegra su geometría abovedada, si bien con humedades y menoscabos constructivos. Era el único estrictamente recuperable.
Por otro lado, la pérdida de tejados y coberturas primigenios en los cuerpos arruinados, el análisis geométrico y constructivo de sus restos, con peculiares anomalías, refuerzos y añadidos en sus trazas, junto a las escuetas informaciones de los documentos históricos conocidos –obviando lógicamente las contingencias habidas por la desatención y abandono de sus últimas décadas–, manifestaban patologías históricas, especialmente en la gran Nave, síntomas de una crónica incapacidad estructural para resolver con solvencia tanto los empujes de techumbres y cargas del material almacenado como la sustentación de la propia construcción.
Se trataba, por tanto, de volver a poner en pie un edificio esencialmente aditivo y carente de una intencionalidad de conjunto, arruinado en sus partes más antiguas y con insuficiencias técnicas de origen no resueltas, de manera que satisficiera las modernas y exigentes necesidades archivísticas, sin traicionar la memoria de su historia pero tampoco disfrazar el carácter, inexorablemente unitario y uncido a su tiempo, del “implante regenerador” citado.
Resultado de la intervención
Como resultado de la intervención, los documentos se archivan en la gran Nave y la Panera. En la planta baja de la casa del Mayordomo están los despachos y permanece la caja fuerte, ahora como soporte central; y en su planta alta, la sala de investigadores se asoma a la Panera a la manera de coro alto. Bajo la gran Nave, un recinto hipóstilo acomoda instalaciones y servicios, disponiéndose el resto como desahogo. En el exterior se reconsideran los tejados, en particular el de la casa del Mayordomo que actúa ahora como gozne, y se restituye la gran cornisa de piedra. El gran lucernario es el rotundo extremo de un eje que engarza discretamente los tres cuerpos…
Sí, recuperar en arquitectura puede ser otra manera útil de reflexionar sobre la pérdida. Más información, edición impresa sábado 28 de mayo de 2016