Hay días en las que uno se cansa de tener que lidiar con todo lo que se encuentra por delante, con cada una de las historias innecesarias que surgen en la mente de muchos que verdaderamente no tienen nada qué hacer.
Me cuestiono a diario qué ganamos con opinar, reflexionar, establecer criterios justos con todo lo que me rodea, si a cada paso que doy, damos, es todo cuestionado porque el deporte preferido de todos es juzgar sin más.
Y es que es nos encanta el cotillear y opinar rápido y ligero. No estamos libres ninguno, lo hacemos a diestro y siniestro, y es verdad, que nadie está a salvo, porque todos, al fin y al cabo, terminamos lanzándonos a la piscina de esas opiniones que surgen de la nada como las malas hierbas que crecen en plena primavera, que aun quitándolas, vuelven una y otra vez.
Es un atontamiento general el que sufrimos, yo la primera, porque marcamos nuestra vida por todo eso y dejamos de ser espontáneos, de hacer lo que nos gusta, y muy importante, dejamos de opinar con razonamiento de las cosas que verdaderamente, merecen opinión. Del conocer y aportar al ser humano cuestiones que lo llevan a vivir con libertad.
Puede, que esta noche haya sido demasiado larga para pensar, pero cuan necesitados estamos de libertad. Ese mundo de ‘El show de Truman’ tan bien plasmado no dista mucho del que nos obligan a vivir. Callados admitimos y seguimos como borregos todo lo que nos dicen. La rebeldía es necesaria, tanto, que si la dejamos apagarse, temo que se termine perdiendo al ser humano que habita en esta tierra.
¡Levantemos la vista al frente y busquemos los resquicios por los que el aire fresco se sigue colando en nuestro interior para que germinen y den lugar a una nueva persona, renacida, sin límites, respetuosa y luchadora!
Así me siento, rebelde día tras día, dejando que crezca esa bestia dentro para ver la realidad con otros ojos, aunque a veces, la fuerza emerge con tanto ahínco que temo acabe con el razonamiento que marca mi mente. No teman, no es nada nuevo y tampoco piensen que a estas alturas, 37 años ya, voy a cambiar. Sólo les pido, que intenten como yo, no opinar ligeramente si no estamos seguros de lo que somos y hacia dónde vamos.