La situación en Alepo es cada vez peor, los bombardeos por un lado y otro se suceden por minutos. La población que queda allí, una gran parte son personas mayores que se niegan a dejar sus hogares, caminan con la mirada clavada en el asfalto cubierto de polvo y ceniza. Mientras, aquí, a kilómetros de distancia, todo parece tranquilo. Nuestra mirada va dirigida a los dirigentes políticos, ya estén en funciones o no.
En el fin de semana eso es lo que se vivía en dos partes bien distintas del mundo. El Partido Popular en silencio esperando lo que ocurriera en Ferraz y allí, el alboroto padre por todo lo que ya a estas alturas conocen a la perfección. Pasados los días, de ese jaleo que ha salido en toda la prensa nacional se sabía prácticamente todo, pero de Alepo, se sabe lo justo, se desconoce casi todo porque no conviene que se conozca todo.
Este jueves, volvía a la carga mirando titulares y noticias. En primera plana a esos juicios de las tarjetas black y por supuesto, la Gürtel. Cambiamos de color de partido en las noticias, pero seguimos sin lo importante ahí delante de nuestras narices. En el Mediterráneo, en pleno mes de octubre –ya da igual que sea otoño o verano– más de 10.000 personas fueron rescatadas de sus aguas, con decenas de ellas muertas por asfixia dentro de las bodegas de barcos de madera.
Sólo les comparto lo que me preocupa como persona, lejos del amarillismo que pueden pensar que todo esto nos lleva, pero me conduce a preguntarme si verdaderamente el tiempo que dedicamos a escuchar a los políticos, es el mismo que al que nos preocupamos por ayudar en las zonas donde más falta hace. La respuesta está clara: ¡no! Todo me empuja a lo que sé desde hace tiempo, la política no sirve para mejorar la vida de las personas, sino para empeorarla. A las pruebas me remito.