lunes 25 noviembre 2024
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De la nostalgia a la exigencia activa (II)

No la más importante, pero sí la más urgente de las razones por las que nuestra nostalgia y admiración por la ciudad histórica no deviene en posición reivindicativa es que tenemos profundamente entendida la conservación de nuestro patrimonio urbano como posible sólo en los términos que permita la actividad económica. Conservamos tatuado en el subsconciente colectivo que la primordial función de la ciudad es la económica, viniendo después todas las demás, entre ellas, la cultural.

En tiempos de crisis, el negocio aquí-y-ahora se antepone a la cultura. En tiempos de burbujas, es tal el negocio que nos impide ver más allá. Craso error que debemos corregir. En primer lugar, porque la conservación de nuestros conjuntos históricos no es un interés de satisfacción estética de bohemios idealistas sino, muy al contrario, es algo tan serio como un estricto mandato constitucional. 
 
En segundo lugar, porque la Cultura es algo tan importante como la Sanidad, ya que, si ésta se encarga de nuestro cuerpo y bienestar físico, la primera lo hace de nuestra condición humana más profunda y real, posibilitando el necesario bienestar de la psique.
Y en tercer lugar porque se equivoca quien piensa que la conservación del patrimonio es antagónica con la actividad económica: muy al contrario van de la mano si tenemos una mirada amplia, inteligente y astuta que aborrezca la cultura del pelotazo y del sálvese-quien-pueda. Mientras no cambiemos este entendimiento, nuestras ciudades están condenadas a muerte y, por ello, también una parte importante de nosotros mismos.
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