Continuamos esta semana hablando sobre el alimento divino en el camino que los israelitas emprendieron junto a Moisés.
Cuando los israelitas atraviesan el desierto que les conducirá hasta el monte Sinaí, protestan a Moisés, porque van a pasar hambre. Entonces, Yahvé les envía del cielo codornices y pan, que ellos llamaron maná, del que se alimentaron durante cuarenta años, hasta llegar a las fronteras de Canaán.
¿Qué hay de verídico en todo esto? Pues bien: sabemos que las codornices emigran a Europa; después, al cambiar la estación, cruzan el Mediterráneo y vuelven a la península del Sinaí. El maná puede ser el fruto de unos arbustos en el centro de la península del Sinaí, al que los árabes llaman “man”.
¿Qué repercusión tiene esto en nosotros? Estos hechos naturales muestran la providencia infinita de Dios en favor de su pueblo. Y, para el cristianismo, el pan del maná es una prefiguración de la Eucaristía, que es el alimento espiritual de la Iglesia y, bajo diferentes concepciones, de todos los cristianos.