sábado 23 noviembre 2024
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Rema mar adentro y súbete a la barca del Señor

El Evangelio de Lucas que escucharemos este domingo en la Eucaristía nos regala el relato de unos hechos muy significativos en cuanto a la misión de los apóstoles se refiere. En él, Jesús pide a sus apóstoles –pescadores de profesión– que cojan una barca para, desde ella, poder dirigirse a la muchedumbre que había en tierra y así llevarles la buena noticia.

Al acabar, les dijo que lo llevaran mar adentro para intentar pescar y, a pesar de las advertencias  de los apóstoles acerca de que no habían logrado tener suerte en sus hazañas durante toda la noche, Jesús les insta a echar las redes de nuevo, obteniendo esta vez un éxito tan grande que todos los presentes quedaron asombrados. Estos hechos nos enseñan y recuerdan que, con el Amor de Dios, todo es posible. Esta semana he visto una frase que me ha llamado la atención y que me gustaría compartir en esta columna: “No existen imposibles: sólo existen improbables”. Y es que, para Dios, nada es imposible, y, por tanto, dejándonos confiar en sus manos y en sus redes, para nosotros no debe haber imposibles, por muy improbables que parezcan.

Por eso, todos debemos esforzarnos día a día para intentar alcanzar nuestras metas y cumplir nuestra misión: sólo es necesario que nos esforcemos al máximo para que Dios nos dé el último empujoncito que necesitamos para llegar a nuestros fines.De igual modo, este evangelio encierra también el llamamiento a una misión. Pedro, asombrado por lo sucedido, pide a Jesús que no se acerque a él, pues confiesa ser un hombre pecador. A pesar de ello, Jesús, que lo quiere, le dice que no tema y que desde ese momento será pescador de hombres, y dejándolo todo, siguió a Jesús.

Este último momento también nos enseña que debemos aprender a relativizar nuestras tareas, quedándonos con aquello que realmente nos hace ser hombres al servicio de Dios y del prójimo. Por eso, una llamada del Señor basta para que sepamos cuál debe ser nuestra misión y que todo lo demás, quede en segundo plano. Para ello, es necesario tener abiertos los ojos y los oídos, y dejar abiertas las puertas del corazón para dejarnos inundar por su llamada al servicio, desde nuestra propia misión, aquélla que Él nos encomiende. Buenos ejemplos tenemos de ello en nuestra ciudad, como lo son la Beata Madre Carmen y el Beato Vidaurreta, así como muchos contemporáneos y paisanos nuestros que se han acogido a esa llamada del Señor desde la vocación religiosa y también desde la vocación seglar. Sed, por tanto, pescadores de hombres y dejaos llevar por la misión que Dios os encomiende.

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