He constatado últimamente cómo, en diversos organismos e instituciones relacionados con la construcción en nuestra provincia, ya se considera, abierta y fehacientemente, que los tiempos de carestía y, por ello, de austeridad han pasado: La conciencia general es que vivimos un período de expansión, lo cual, no significa, en modo alguno, que nos encontremos en la situación de jolgorio económico de los primeros años del 2000.
Lo que es más que evidente es que,en todos los agentes relacionados, la actitud, los principios rectores, la mentalidad e, incluso, la praxis han cambiado sustancialmente: Los ciudadanos, los arquitectos, las constructoras y nuestro propio Ayuntamiento hemos evolucionado mucho en este lapso. Muy discutible –y digno de ser estudiado con mucha profundidad– es si esa evolución, realmente, se trata de desarrollo de conciencia, lógica corrección, escarmiento o vana pose.El hecho es que estamos en la obligación de atender a esta fase de expansión con una nueva mentalidad. Y esto es tremendamente difícil, pues la extrema duración del período de carestía más nos ha desesperanzado, que azuzado a prepararnos para un futuro que, como dicen, ya ha llegado.
Hay principios básicos que deberíamos haber aprendido y que, sin embargo, podremos fácilmente ignorar, dado el enorme y traicionero beneficio cortoplacista que genera la adopción de posturas reaccionarias especulativas. No se trata de ser aguafiestas, ni de repetir descerebrados mantras esbozados por alguna ideología política. Se trata de aprender y prepararnos para el futuro. En mis siguientes columnas desarrollaré estos puntos, pues, por más que resulten consabidos, muy olvidadiza es la naturaleza humana en eso de vender nuestra alma al diablo por pocas monedas.
