viernes 22 noviembre 2024
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1920: La Cofradía de ‘Abajo’, la única procesión en la Semana Santa de Antequera, aún castigada por la ‘gripe española’

Lo que está ocurriendo en este año 2020, estuvo a punto de pasar hace 100 años, pero al final salió la Cofradía de ‘Abajo’, ya que Antequera aún estaba padeciendo las consecuencias de la «gripe española’ que azotó el mundo desde 1918, otra pandemia de similares circunstancias a las del coronavirus.

Unos años en los que tras la Primera Guerra Mundial y la mortal epidemia de la gripe española, Antequera padecía tiempos complejos, por lo que el dinero que suponía sacar una procesión a la calle, era muy complicado reunir, pero no imposible como consiguieron los de Santo Domingo, la única procesión en 1920, hace 100 años. Hoy, 100 años después, casi se repite la historia, esta vez por el coronavirus, pero en el año que se han suspendido todas ellas.

Semana Santa en la que hubo bastantes disputas entre los de “Abajo” y los de “Arriba”, con artículos previos durante la Cuaresma, de José Ruiz Ortega por parte del Socorro y Ricardo de Talavera por parte de La Paz. 

Volviendo al 1920, de la imagen del Niño Perdido era hermano mayor de insignia, Diego Quintana Sánchez-Garrido; del Dulce Nombre de Jesús, Juan Quintana Sánchez-Garrido; y de la Virgen de la Paz, Sebastián Herrero Sánchez. Era mayordomo, el Marqués de Cauche, que iba al frente de “la insignia de la cofradía”, el guión de hoy, pero tras el trono de palio de la Virgen y no abriendo la procesión.  El hermano mayor de la Cofradía era entonces el señor Rojas Arreses; y el secretario, señor León Motta, según recogen las páginas de El Sol de Antequera del citado año. El itinerario de la procesión fue por “calle del Viento, Zapateros, Encarnación, Calzada, Diego Ponce, Cantareros, Infante don Fernando, Plaza de San Sebastián y su cuesta”. Como resumen sobre la procesión: “Se ha demostrado, que con buena voluntad y constancia, se consigue lo que se deseaba. Con que a imitar el ejemplo, y nuestro elogio anticipado”.

Hace tan sólo 100 años, en 1920, los antequeranos que pudieron admirar a la Cofradía de “Abajo”, contemplaron una procesión donde no eran las bandas militares ni el número de penitentes los que destacaban el cuerpo procesional de cada imagen, sino por los tarjeteros y armadillas que en 1924, se enumeran sólo en el tramo del Dulce Nombre, en 26. La expectación en la calle llama la atención, ya que desde las 14 horas, hora de salida del desfile, ya estaban las calles llenas, esperando la salida desde la casa del mayordomo, el Marqués de Cauche, en una directiva encabezada además por los Rojas Arreses y los León Motta, junto a otros apellidos ligados en el último siglo a los de Santo Domingo.

Las centenarias páginas en 1920 relatan la rivalidad plena entre los de “Abajo” y los de “Arriba”, los de La Paz y El Socorro. Así, el 28 de marzo “Uno de Arriba” (supuestamente José Ruiz Ortega, director que fue de este periódico entre 1918 y 1919), le dedica a “mi buen amigo, Ricardo de Talavera”, cofrade de “Abajo”: “Como Arriba nadie busca para sí ninguna gloria y en las luchas ofrendamos a la Virgen la victoria, yo lamento buen amigo, no poderme descubrir, que, aunque ello a los sebosos (como se insultaba a los de Abajo) les sea igual o les asombre en nosotros lo de menos es la cara o es el nombre; lo más es que tengamos corazón para sentir. Y por eso, tú habrás visto que, al salir las procesiones, con las caras encubiertas y con negros capuchones, a la Virgen del Socorro alumbramos con fervor, y, a pesar de nuestro incógnito, nos tratamos como hermanos y no hay ricos ni mendigos, no hay señores ni villanos: ¡somos hijos de una Madre que se igualan en su amor!”.

El cofrade del Portichuelo compara el patrimonio de su cofradía con los soles de su cuerpo procesional, así como presume de tener templo propio, mientras que los de Santo Domingo cuestionan que tengan templo y les dice que viven de prestado en el templo de la Cofradía del Rosario. “Ya dejé tus argumentos por completo rebatidos. Demostré que los sebosos, como siempre, estáis vencidos, y que a ustedes, con nosotros, no es posible contender: que prosigue lo de Arriba dominando a lo de Abajo; que vivir en equilibrio conseguís con gran trabajo y que ya buscáis puntales, temerosos de caer”.

Al siguiente número, el del 4 de abril de 1920, Ricardo de Talavera responde con un escrito con el título de “Lo de Abajo, echa la zancadilla a lo de Arriba”, donde entre su argumentario expone: “Si careces de argumentos que son armas de defensa, no te acojas a la argucia, pues ya temo por tu causa y es gran lástima no obtengas la victoria en recompensa de esta lucha que emprendiste sin cuartel, tregua ni pausa. ¿Es que acaso te figuras, paladín del Portichuelo que no amamos a la Virgen y al Señor todos nosotros? ¿A qué entonces esa argucia de que es sólo nuestro anhelo el honrarnos, cuando honramos a los dos, más que vosotros? Si es que piensas que en los cultos, perseguimos vanaglorias, ­te equivocas, caro amigo, lo que afirmas es mendaz, pues nosotros no cantamos vanaglorias, sino glorias, de Jesús, del Dulce Nombre, de la Virgen de la Paz. 

¿Es también que la careta por ustedes alabada, que sacáis de hace unos años a esta parte en procesiones, os agranda el entusiasmo, y en la muda mascarada, os sentís más cochineros (como llamaban despectivamente a los del Socorro), al hallarse mascarones? 

¿No comprendes que, es ofensa que infligís a los abuelos, que tuvieron, en antaño, de seguro más fervor que vosotros; o es que al cabo de nosotros tenéis celos porque a cara descubierta, proclamamos nuestro amor?  Sin caretas ni disfraces alumbramos los de Abajo, que echar mano de antifaces para unirse en hermandad es orgullo; lo bonito es que el grande con el bajo se reúna cara a cara, en amor y caridad. Rebatido ya este punto en el cual caéis de bruces: ¿dónde está que sois humildes si de orgullo rebosáis al tachar de sutileza mi argumento de las luces, para alzar vuestras bombillas hasta soles. ¡Ya medráis!…”.

Unos tiempos donde el 26 de marzo de 1920, días previos a la Semana Mayor, Manuel García Berdoy relevaba en la Alcaldía a Rafael García Talavera; así como José Palma reemplazaba a Felipe Sansebastián como director de la Banda Municipal de Música. A pesar de sólo anunciar una procesión, hubo septenario en Jesús desde el Miércoles de Ceniza, con el orador sacerdote Enrique Vázquez Camorasa, magistral de la Catedral de Madrid. Mientras que hubo novena en Santo Domingo desde el 1 de marzo, iniciada por el orador Diego Tortosa, canónigo de la Catedral de Madrid. Y también hubo novena en El Carmen, sufragada por José García Berdoy, contando con el profesor del Seminario de Granada, José Fernández Arcoya.

La Semana Santa en sí de 1920: sólo salió la Cofradía del Dulce Nombre

Con el calentamiento rival, Antequera se preparaba para su Semana de Pasión, “época en que nuestra ciudad, eminentemente católica, rinde fervoroso homenaje a la divina obra de redención del género humano; días, en que los cristianos olvidan, aunque sólo sea circunstancialmente, sus pasiones insanas; abren un paréntesis en la vida material, para dar albergue en el corazón sólo a las sensaciones espirituales; elevan sus más delicados sentimientos, algo por cima de la superficie mundana, para buscar entre el celaje de las alturas, la sublime Verdad; alivio al dolor, consuelo al pesar, esperanza en el porvenir; semana, en que las almas piadosas escogen en el jardín de la vida, para ofrendarlas ante el Crucificado, la flor de la Pasionaria”.

Pero entre todo ello surge un cuadro que sin ella, “la Semana Santa, deja de tener una de sus notas más augustas, quizá a la que el pueblo lleva con más entusiasmo su corazón. Y, cada día, cada año, cada siglo, exige progresivamente, en relación con las transformaciones sociales, que se cuide por quienes tienen mayores deberes que cumplir en la vida ciudadana y religiosa, de no alejar del pueblo, lo que el pueblo aún ama sobre todo…”.

Curiosamente, en 1920 se responsabiliza a las “archicofradías históricas de Antequera, el clero en general, y el Ayuntamiento” cumplir los “altísimos deberes organizando las procesiones en Semana Santa”. Pero eran años en los que con una procesión de una cofradía, ya se podía dar por contenta la ciudad y hace 100 años fue la de “Abajo” que procesionó el Viernes Santo. “A la Cofradía del Dulce Nombre de Jesús, cabe la gloria de haber conseguido lo que se estimaba imposible de obtener. No hay que regatear aplauso cuando es merecido. Antes, al contrario, ello puede servir de ejemplo y estímulo para otras hermandades. Si la de Arriba hubiere tenido la suerte de lograr ese éxito, nuestro elogio habría sido entusiasta”.

 

Las camareras de 1920 en la Cofradía de “Abajo” preparan los tronos

Fueron preparados por las camareras Carmen Vidaurreta en el Niño Perdido, María de la Purificación Palma, viuda de Vidaurreta, del Dulce Nombre de Jesús; y Elisa Palma de Checa de la Virgen de la Paz. Decoraron los tronos con “alhajas, exquisiteces de arte y riqueza, eficazmente ayudadas de la comisión designada por la directiva de la Cofradía”, entre ellos Miguel de Talavera Delgado, Ricardo de Talavera Gómez y Francisco Checa Guerrero, quienes también se ocuparon de la preparación del cuerpo procesional, así como la organización de la procesión corrió a cargo del secretario José León Motta. 

La comitiva se formó en la Casa del Marqués de Cauche, mayordomo de la Hermandad, “a las 2 de la tarde y avanzó desde la calle General Ríos (la hoy Carrera de Madre Carmen), por la de Encarnación, Calzada, Cantareros, Infante don Fernando, Plaza de San Sebastián, Cuesta de Santo Domingo” hasta la iglesia. Tras el Desfile de la Armadilla, “desde las tres de la tarde, la muchedumbre invadía todas las calles de la estación. Los balcones repletos de belleza. El sol lució con sus galas también, resultando una tarde primaveral, espléndida. Se hizo el recorrido sin el menor incidente”.

A las 15 horas se organizó la procesión al objeto de que “aún sea bien de día cuando luzcan por la calle infante don Fernando, dejando la noche para la subida la Cuesta”. Abría la procesión un piquete de la Benemérita, “formada por un sargento y ocho números a caballos”. Seguían estandartes, algunas tarjetas, la comunidad de Capuchinos con los alumnos de la Escuela Seráfica y representación de los trinitarios.  Las túnicas que eran “de rico terciopelo morado, que se están confeccionando para aumentar las que había”.

Los mayordomos de sección fueron Manuel y Enrique León Sorzano, García Talavera, Juan García Gálvez, y  José Linde que “tuvieron que estar recorriendo constantemente las filas, logrando a toda costa, conservarlas con regularidad exquisita, incluso las distancias, dándose el caso ejemplar, de haber llegado la comitiva a la Plaza de San Sebastián con el mismo exacto orden que cuando se organizara en Santo Domingo. Las saetas menudearon por la tarde y noche; algunas de ellas, muy bien cantadas. Las bengalas convirtieron en vivísimos resplandores de fuego la Cuesta de la Paz al subir a la Vega las imágenes. El entusiasmo de la muchedumbre, se desbordó entonces”.

La imagen del Niño Perdido contaba como campanilleros a Gabriel Talavera Robledo y era su hermano mayor, Diego Quintana Sánchez-Garrido. Tras Él una banda de cornetas y tambores y escolta de guardias de seguridad “que cuidarán del orden de la comitiva” con los jóvenes mayordomos Marqués de Ariño, José García Carrera y José Linde Gómez. Luego más estandartes y tarjetas de plata repujada representativas de escenas bíblicas. Seguía el tramo del Dulce Nombre de Jesús con el campanillero Rafael Talavera Gómez y hermano mayor de insignia, Juan Quintana Sánchez-Garrido. Escolta de la Guardia Civil de Infantería y eran mayordomos de esta sección, Francisco de Paula García Talavera y Manuel León Sorzano. Tras el trono, una orquesta formada por 15 profesores y cantantes que estuvieron ensayando desde días atrás.

Luego una sección de bomberos, más estandartes y tarjetas con escenas de la Pasión y el trono de la Virgen de la Paz, del que era campanillero Sebastián Herrero Sánchez y el hermano mayor de la Virgen, Sebastián Herrero Sánchez. Escolta de la Guardia Civil de Infantería. Del orden se encargaban Juan García Gálvez y Enrique León Sorzano. Tras la Virgen, el clero parroquial y la presidencia formada por autoridades de representación del Ayuntamiento con el elemento directivo de la cofradía a cuyo frente iría con el guión-insignia, “el señor mayordomo, Marqués de Cauche, representaciones de destacamento de fuerzas militares de la Cruz Roja, de la asociaciones culturales de beneficencia religiosa, con la Banda Municipal de Música y cerrando la comitiva una sección montada del Real Cuerpo de Carabineros”.

 

 

La base del itinerario de los últimos años: bajada por Encarnación y paso por Calzada

El itinerario de la procesión fue por “calle del Viento, Zapateros, Encarnación, Calzada, Diego Ponce, Cantareros, Infante don Fernando, Plaza de San Sebastián y su cuesta”. El conocido hoy como guión se menciona como “la insignia de la cofradía” que fue llevada por el mayordomo, Marqués de Cauche, “de uniforme de artillería, que formaba una presidencia tras el paso de la Virgen; con el hermano mayor señor Rojas Arreses, a su derecha, y el secretario, señor León Motta, a la izquierda, de uniforme de Jefe Superior de Administración Civil, habiéndose cedido la presidencia de honor a las autoridades y elementos representativos del corporaciones y asociaciones. En esta presidencia formaban los generales señores Salas y Gómez del Rosal, de uniforme”. 

Como resumen sobre la procesión, concluye la crónica: “Se ha demostrado, que con buena voluntad y constancia, se consigue lo que se deseaba. Con que a imitar el ejemplo, y nuestro elogio anticipado”. Y todo tras unos preparativos donde se pidió que se tiene intención “de que se mantenga el más perfecto orden, evitándose que se fume por ningún elemento de los que formen en la comitiva; que se separen de la procesión, para beber y, en fin, que se realicen actos, aún inconscientemente, como los que presenciamos harto censurables en otras procesiones, pues las deslucen totalmente. Confiemos en la buena voluntad de todos para obtenerlo”.

 

 

 

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