En realidad el mundo es como una gran pizarra en la que los seres humanos vamos escribiendo nuestras historias. Unas gustan más y otras menos, algunas tiene la suerte de ser escritas en piedras milenarias, otras en papiros extraordinarios, las que más, en libros asombrosos.
En realidad todas estas fábulas de existencia van creando relatos vividos, oídos, subrayados. Encontramos entre las páginas de estas historias, la abstracción de lo anecdótico, la desnudez total de la poesía, la versatilidad de las historias. Todo está existe en el espacio que nos rodea. En nuestras manos está abrir las puertas de la rutina o de lo extraordinario, de lo fugaz o de lo duradero, de la razón o de la inconsciencia.
Comenzamos e un camino difícil de afrontar. Quedan horas para Navidad y estamos midiendo al centímetro las consecuencias festivas de reuniones y otros aforos. Gestionar esto con el Coronavirus no puede ser fácil, pero no se pueden echar las campanas al vuelo por mucho que lo estemos deseando. Así que comunidades y gobierno tiene que decidir sobre lo que es mejor para nosotros contando sumando o restando cifras. En medio de todo esto podemos ver el horizonte de Europa y no perder la pista a los países que han echado el freno en los vaivenes de esta pandemia y se protegen de lo que puede ser después. Nos exhortan y nos llaman a la responsabilidad, eso hacemos la mayoría de los mortales.
Podemos leer relatos en los que se cuenten el estado de las cosas y descubramos que la palabra vacuna es importante pero no definitiva en que las fechas los días y las carreras por ver quién o qué llega antes nos son buenas consejeras, Organicemos nuestro pensamiento sin ser rehenes de nuestros miedos pero sí responsables de nuestros actos, así escribiremos nuestra historia con punto y seguido, no con punto y aparte.