Es posible que sea una buena señal. Los pascueros, una semana antes de Navidad, estaban agotados en todos los puntos de venta de Antequera. Desde floristerías a supermercados, no había posibilidad de hacerse con alguno para obsequiar a esa persona que siempre dejamos para última hora, tal vez, porque sea muy apreciada y no queramos englobarla en esa lista de compromisos que, sin saber la razón, adquirimos en estos días.
Tiene mucho que ver con el estado de ánimo que en Navidad es sensible y tierno. Y ofrecer una flor de Nochebuena, como rebautizaron al pascuero, los franciscanos españoles que llegaron a Méjico, origen del icono de estas fiestas, es regalar afecto. Y el mensaje llega con rapidez, guarecido bajo las bellísimas flores, bien sean rojas, marfil o rosas. Adornan y siempre están de plena actualidad.
Han traído el mensaje más positivo del año. Por eso han querido adelantarse tanto y buscar el lugar idóneo para pasar esos días. Van a ser testigos en muchos hogares de cómo se vive esta Navidad, diferente e íntima, que siempre recordaremos con la conformidad que nos exigen los tiempos, aguantando la embestida que lleva casi un año poniéndonos a prueba un día tras otro. Están ahí, en un lugar preferente de la casa, como símbolo de esperanza, sabedoras que el próximo año ocuparán su sitio y que volverá la alegría. Las rojas vienen apasionadas, seguras y alegres, por el contrario, las marfileñas, son tranquilas y muy elegantes, llevan el sello de distinción en su ADN y para generosas, las rosadas, no hay quien les gane en amabilidad, siempre reclaman el espacio juvenil y son más relajadas, posible motivo por el que se prodiguen menos.
La Navidad ha sabido apoderarse de Antequera, los adornos navideños andan compartiendo protagonismo con ese buen hacer de este Alcalde que piensa mucho en sus vecinos. Los bonos han salido al rescate de los negocios y la gente, entre pascueros y villancicos, seguimos creyendo que este tiempo de paz hay que disfrutarlo.
