He parado la cuenta. Demasiados locales han dejado de ser parte importante del tejido comercial de esta ciudad. No voy a decir a diario, podría parecer una exageración y es lo que quedaría en la mente del lector, sin interiorizar el verdadero drama que significa para una población el cierre de tanta actividad, fundamental para el desarrollo económico y el dinamismo de la ciudad. La agilidad de la calle es el comercio. Así que, cuando leo tantos miles de millones, 11.000 concretamente, que vienen de Europa a levantar nuestras empresas, siento que las pequeñas tiendas que competían entre ellas, luchando a contracorriente, no hayan sobrevivido para poder solicitar la ayuda que las hubiese mantenido a flote.
Larga es la espera para quien espera han debido de pensar muchas de ellas. La ministra de Hacienda, aún deja tiempo por medio, se habla de comienzos de mayo, para comenzar a tramitar la ayudas. Las empresas, que aún quedan en pie, se agarran a una tabla de salvación en medio de un océano revuelto y hostil, no queriendo admitir que muchas de ellas serán engullidas por el papeleo, esa letra pequeña que si se estudia con verdadera comprensión y entendimiento, disuade solicitar la ayuda.
¡No es menester nada para cualquier cosa! El comerciante, que apenas sobrevive de su trabajo, no puede disponer de un asesor, que salve los miles de recovecos que tiene que recorrer, para que el expediente no venga denegado por falta de un dato, después de haber estado, semanas, reclutando papeles de aquí y de allá.
Se nos llena la boca cuando oímos esas cantidades de dinero, casi indecentes, que nos van a llegar. Las cifras marean, y la realidad más. Pero lo que nunca nos ha de fallar es olvidarnos de la calle, no somos políticos con pretensiones, sólo ciudadanos que queremos calles vivas, bulliciosas, donde siempre esté garantizada la armonía y el punto de encuentro. La ruta de la tapa nos lo pone en bandeja. ¡A por ella!
