Estamos a mediados de enero y a pesar del optimismo por las administraciones, respiramos que los contagios están incrementando como nunca, a pesar que no haya tanto ingreso y defunción oficial. Creemos que 22 meses después, nadie sabe qué pasó, lo que estamos atravesando ahora y si estamos ya o no en la recta final. Dejamos estos argumentos para las autoridades políticas y sanitarias.
Hoy nos quedamos con lo que pasa en cada casa, cuando hay síntomas. Mocos, fiebre, tos, dolor de cabeza, malestar general… Hasta marzo de 2020 eran síntomas de una gripe o un gran catarro. Hoy, en enero de 2022 puede ser también del dichoso COVID-19.
¿Y cómo saber cuál es de las dos? Complicado. Desde las áreas sanitarias se pide que no se saturen las urgencias ni los centros de salud, a los que sólo se ha de ir en casos urgentes y extremos; y que se opte por el teléfono llamando a Salud Responde o por la aplicación móvil o por ordenador.
Primer problema, ¿todos tienen acceso a las nuevas tecnologías? ¿Quién ayuda a esas personas mayores, las mismas que ya no pueden ir al banco ni a una administración pública porque no hay atención al cliente?
Segundo, si nos basamos en las recomendaciones sanitarias de nuestra comunidad, hay que esperar tres días con “tos intensa o fiebre” o “algún síntoma de gravedad (dificultad respiratoria, dolor torácico, afectación del estado general)”. ¿Y qué hacemos mientras llega el tercer día? Al igual que nos llaman para cambiarnos de compañía de teléfono, de contrato energético o de seguros, el sistema sanitario ha tenido 22 meses para mejorar esta comunicación y no lo ha hecho.
Parece como que mecanizar la pandemia evita tener que contactar con el paciente. Hay personas que han dado positivo y aún están esperando que les llamen para hacer una PCR. No pasa siempre, pero ocurre. Y con más frecuencia de la que creemos, se necesita compartir y ser escuchado, algo que olvidamos cada vez más.
“¿Precisa baja laboral?” Otra de las novedades. Faltaría lo de “si no es autónomo”. La que se puede liar es algo tremendo. Paralización de los servicios y el día a día sin que nadie lo supervise. Si hace falta, por supuesto; pero al menos que un médico te pregunte y diga sí o no.
“¿Usted tiene entre sus contactos estrechos personas vulnerables?”. Los contactos estrechos, otra asignatura pendiente que tras 22 meses no se ha resuelto. Dejando a un lado los asintomáticos, si no dices nada o no tomas precauciones, puedes estar contagiando todo ese tiempo. Y si te recluyes, no sabes qué hacer.
En definitiva, a título personal. ¿Algún día alguien dirá algo así como…? “No sabemos qué hacer ni actuar ante algo desconocido. Vamos a intentar extremar precauciones (mascarilla, distancia, gel…), evitar aglomeraciones y si tiene estos síntomas, llame o escriba a tal número”.
Enero va a ser complicado en cuanto a incertidumbre. El problema es el mal que está haciendo a las cabezas, a las personas que necesitan relacionarse y que esta pandemia lo está evitando. ¡Claro, a quienes lo cumplen!
Así que, a título particular, a quien corresponda: sean sinceros, compartan lo que saben y den soluciones. Si no, cada día esto irá a peor y a ver qué tipo de sociedad dejamos. Esta catástrofe está separándonos más de lo que se espera cuando se pasa por una complicada situación.
Pero aún creemos, ¿quién da el paso? Se está rompiendo la estructura familiar, afectiva y personal. Las personas son números oficiales y no se les atiende como precisan. Por muchas ganas que tengamos de salir de ella, habrá que ponerse de acuerdo en qué pasa, qué hacer y cómo solucionarlo. ¿Resfriado, el dichoso virus o el mundo está loco? Elija qué opción y al menos algo tendrá claro.