viernes 22 noviembre 2024
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Desalmados

Encomiable la actitud de Carlos San Juan, urólogo valenciano jubilado que ha estado promoviendo una campaña a través de la plataforma change.org para recoger firmas en pro de la inclusión financiera de un colectivo tan olvidado como el de los ancianos. “Soy mayor, pero no idiota” ha sido el lema de la misma y las primeras palabras con las que se iniciaba su mensaje no eran otras que: “Tengo casi 80 años y me entristece mucho ver que los bancos se han olvidado de las personas mayores como yo”. 

El caso es que su petición empezó a ganar adeptos hasta el punto de que este médico afectado de parkinson entre otras dolencias, salió del anonimato y ya es requerido como interlocutor de solvencia representativa ante asociaciones de usuarios de la banca entre  otras entidades a partir de registrar ante el Banco de España y el propio Ministerio de Economía las 600.000 firmas que avalan sus demandas. El núcleo principal no es otro que forzar a los bancos a mejorar la atención que nuestros mayores están recibiendo en sus sucursales de todo el país, donde son cada vez más acuciantes las necesidades de uso de complejas máquinas y cajeros, amén de aplicaciones móviles enredosas. La idea además es requerir a que las propuestas de cambio de actitud que parecen anunciarse no queden en agua de borrajas cuando pase la ola informativa. 

Cualquiera de nosotros, en un entorno más cercano como Antequera ha podido ser testigo de situaciones en las que una persona mayor se ve impotente ante la imposibilidad de ver cumplidas sus necesidades cuando acude a su banco de toda la vida. Todo ello porque los desbordados empleados –que buenamente suelen actuar lo mejor que pueden– recibieron en su día unas nuevas directrices sobre los requerimientos de atención a un cliente que muchas veces se ve como un cero a la izquierda a la hora de manejar sus propios ahorros y compromisos de pago. Para colmo, con el paulatino cierre de oficinas y reducción en las plantillas de los propios trabajadores que ven impasibles como sus horizontes laborales se van esfumando.

Bien sabe la banca que si todos los jubilados de España –alrededor de nueve millones de personas– retiraran los ahorros de sus cuentas, el descosido que se produciría en sus activos iba a ser de órdago, por lo que actitudes como lo de Carlos San Juan debe estar removiendo las entrañas de estas grandes corporaciones. Este modesto héroe que en su día fue invitado por un empleado bancario a cambiar de entidad si no le gustaban las condiciones, bien merece el reconocimiento que está teniendo. Su comportamiento ejemplar  en este asunto bien recuerda la conocida frase de Teresa de Calcuta cuando decía: “A veces sentimos que lo que hacemos es tan solo una gota de agua en el mar, pero el mar sería menos si le faltara esa gota”.

Como desalmados y faltos de conciencia van a quedar aquellos que en sus posibilidades de arreglar este descosido que a diario afecta a nuestro mayores, no adopten las medidas adecuadas para hacer que cada uno de ellos pueda manejar con soltura su propio dinero.

 

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