Vivimos en un mundo en crisis, convulsionado por la guerra de Rusia en Ucrania en donde sale ese instinto del mal, de la violencia y guerra que busca solo matar y destruir. Se han pateado todas las instituciones, Naciones Unidas Tratados Internacionales y Comisiones de Derechos Humanos. Y el espíritu del mal ha entrado en un hombre, en una nación y tras más de dos meses siguen hablando los fusiles, los misiles y miles de muertos inocentes.
En medio de todo esto la Iglesia celebra hoy la fiesta del Buen Pastor. El mundo ya está hastiado de malos pastores políticos que no cuidan del pueblo sino que se enriquecen a costa de los más pobres. El Buen Pastor es el que ha vivido una vida de servicio y entrega total a favor de sus ovejas. Y no puedo dejar de recordar a ese gran buen Pastor, el Cardenal de Sevilla don Carlos Amigo que hace ocho días marchaba a la casa del Padre. Ahí estuve en su funeral en Sevilla en el que le acompañó el Nuncio y más de veinte obispos. Y es que don Carlos Amigo fue un buen pastor que al estilo de Jesucristo salía al encuentro de todas sus ovejas. Me comentaban los capellanes de cárcel y voluntarios de Sevilla que don Carlos siempre como el buen Pastor que carga con sus ovejas, siempre estaba dispuesto, atento, servicial. Para él, la cárcel era un lugar preferido en su quehacer pastoral, pues los presos eran sus “amigos”. Nunca faltó a aninguna cita, al menos dos veces al año, para celebrar, acompañar y compartir la fe con lo que el mundo llama ovejas descarriadas y para don Carlos, los presos eras sus amigos y hermanos preferidos.
Así hoy en el Evangelio contemplamos a Jesús como el Buen Pastor, el que no hace reproche alguno a la oveja descarriada; sino que la coloca sobre sus hombros y la devuelve a sus pastos; su cayado no es una vara opresiva, sino un renuevo que ha brotado del árbol de la cruz. Recordemos que los primeros cristianos, en medio de las dificultades, tuvieron clara la figura del Jesús resucitado que más les conmovía y les sugería deseos de seguimiento, la figura del buen pastor. Para nosotros en estos difíciles momentos históricos tras la pandemia, la guerra y la corrupción, no necesitamos de la cultura del dinero, del poder ni del egoísmo sino de esa cultura que rezuma del evangelio de hoy. Es la cultura y la mirada del cuidado y la ternura, de la preocupación amorosa por los otros, del deseo de comunidad, unidad y paz. El Buen Pastor nos saca de nuestros intereses egoístas y mezquinos, y nos vincula en ser del otro, de hacerme cargo de su dolor y sufrimiento.
El mundo no podrá dar respuesta a sus problemas actuales sino lo hace desde la red de lo fraterno y esta relación de amor compartido. Jesús es el buen pastor que da la vida y no se la guarda para sí, que nos cuida como el tesoro más preciado que el Padre tiene y lo pone en sus manos, es el que nos puede llevar sobre sus hombros, llamarnos a cada uno por nuestros nombres y reunirnos en la verdadera comunidad de lo humano y de la esperanza. No nos engañemos corriendo tras falsos pastores que son lobos y vayamos tras Jesús que es el Buen Pastor.
Finalmente unámonos a esa cadena de oración por las vocaciones religiosas y sacerdotales que hoy celebra la Iglesia. Se buscan jóvenes valientes para servir a Dios, a los pobres, enfermos, presos y a todos los hombres y mujeres.